Experiencias de lucha por la construcción de un poder popular. Caso Nicaragua
Mónica Baltodano
ENCUENTRO SOBRE EXPERIENCIAS
DE PODER POPULAR EN AMERICA LATINA
Sao Paulo - BRASIL, 26 al 30 de Octubre
I. Breve Introducción histórica:
Hablar de la experiencia popular nicaragüense es hablar de las luchas sostenidas de un pueblo, por más de 50 años, por una verdadera independencia, por una auténtica autodeterminación, y por una sociedad más democrática y justa.
En 1927, Inicia su lucha antiimperialista Augusto C. Sandino después del llamado Pacto del Espino Negro, en donde se acordó desarmar a las fuerzas nicaragüenses y entregarle las armas a los invasores. Sandino no entregó sus armas y comenzó a organizar su propio Ejército Defensor de la Soberanía Nacional.
Sandino y sus campesinos obtienen una gran victoria sobre los Marines, a los que logró derrotar a pesar de las diferencias numéricas y tecnológicas. Pero luego es traicionado y muere, de manos de Anastasio Somoza García. Con el asesinato de Sandino, el gobierno Norteamericano instala la Dictadura Somocista, que dura hasta 1979, y que se constituyó en una de las más oprobiosas de América Latina.
La Dictadura somocista se caracterizó por:
1) Una total subordinación a los intereses norteamericanos. Las compañías norteamericanas controlaron el comercio internacional de nuestros productos, nuestros recursos naturales: minas, pesca, banano y más adelante sector financiero. Nicaragua fue una base militar para propósitos imperiales. Control de la región Centroamericana y base para otras operaciones. No es casualidad que de Nicaragua salieron una parte de los invasores de Bahía de Cochinos.
2) El enriquecimiento personal de la familia del dictador. Constituyó uno de los más grandes capitales de la región.
3) El establecimiento de una democracia formal, reglas de juego aparentemente democráticas. Elecciones periódicas (siempre amañadas), separación de poderes, leyes etc. Pero todo bajo el control total de la dictadura.
4) A través de pactos y prebendas, logró mantener formalmente una "oposición" prebendaría, lo que le permitía legitimarse periódicamente a través de los comicios.
5) Al amparo de su régimen floreció también una débil burguesía, sobre todo ligada al café y al algodón, y luego a la actividad comercial y financiera. Mientras Somoza les permitió el desarrollo de sus actividades estos sectores le apoyaron firmemente.
6) Ejerció una feroz represión, (el Ejercito era su guardia pretoriana) contra quienes luchaban por las libertades. Incluso contra quienes utilizaron formas pacíficas de oposición. El incremento de la lucha armada, le sirvió de pretexto para generalizar la represión.
7) Finalmente la falta de libertades públicas, y la lucha de resistencia desestabilizaron de tal manera al régimen que la burguesía preocupada empezó a buscar un cambio, pero salvaguardando sus intereses de clase. Se intentó un somocismo sin Somoza.
II. Contexto de la lucha y victoria sandinista:
Caracterizamos a grandes rasgos el contexto en que se libró la lucha y los factores de la victoria sandinista:
a) El apoyo incondicional de los Estados Unidos hacia la dictadura, se mantuvo hasta los días finales de la misma.
b) La Dictadura había logrado cierto desarrollo del modelo capitalista agro exportador. Nicaragua tuvo el rol de abastecedor de materias primas baratas. (Algodón, café. Banano, carne, madera y oro) y consumidor de los bienes producidos en Estados Unidos. La situación económica de Nicaragua vive una cierta mejoría con el impulso de la Alianza para el Progreso. en los años 60.
c) Prevalece en el ámbito internacional la guerra fría entre los bloques Este-Oeste. Mientras los Estados Unidos sigue respaldando la Dictadura somocista. La URSS se mantuvo distante y hasta ignorante, sobre la naturaleza de la lucha que se libraba, pues sus representantes eran los partidos comunistas tradicionales, quien hasta la victoria mantuvo una feroz critica a la lucha armada del FSLN.
d) La Revolución Popular Sandinista se produce en el momento en que comienza a manifestarse la crisis de la deuda externa. Después de la etapa de transnacionalización de las economías, en donde el capital financiero internacional de la post guerra han invertido grandes capitales en Latinoamérica a través de su política de préstamos.
e) Hay un agotamiento de los modelos dictatoriales que han respaldado los Estados Unidos. Después de la revolución cubana, se multiplican en todo Latinoamérica los movimientos de resistencia, las luchas guerrilleras. La guerra de Viet-Nam los movimientos de Mayo en París, la masacre de Tlatelolco en México, la victoria de Allende en Chile, hechos que crean un ambiente de efervescencia latinoamericana.
f) El gobierno demócrata de Estados Unidos, con la presidencia de Jimmy Carter, se ve fuertemente presionada por otros gobiernos del mundo, y organismos de derechos humanos, horrorizados por el escalamiento de la represión y el genocidio de los Somoza. El incremento de la lucha popular obliga a los Estados Unidos a plantearse el fin del apoyo a la dictadura, y la búsqueda de una salida negociada.
g) La Iglesia Católica latinoamericana, en muchos lugares asume un rol crítico de las dictaduras. Por todos lados se crean movimientos cristianos que se identifican con la lucha armada revolucionaria.
h) A partir de 1977, el FSLN impulsa una política de alianzas con sectores descontentos de la burguesía. Se adoptan novedosas formas de lucha política como el Grupo de los doce (aglutinamiento de personalidades democráticas).
III. La Lucha Popular contra la Dictadura:
La historia de las luchas populares tienen su origen en la resistencia que indígenas hicieron ante la dominación española.
Sin embargo los sectores populares no desarrollaron muchas luchas independientes. Siempre fueron ocupados como carne de cañón de intereses en pugna, por sectores de la clase dominante. Derrotado el movimiento Sandinista, heróicas, pero muy limitadas, fueron las luchas sindicales, en la época de la dictadura.
La nueva y principal fuerza de organización popular fue el Frente Sandinista de Liberación Nacional, cuyo principal creador Carlos Fonseca, lo construye como una organización alternativa a los partidos tradicionales, a las paralelas históricas, de liberales y conservadores, y como una fuerza nueva que represente al pueblo buscando su propio camino.
IV. LAS BANDERAS
Las banderas se resumen en el Programa Histórico que elaboró Carlos Fonseca en 1968-69:
1) Soberanía nacional. La búsqueda de una Nicaragua independiente de los Estados Unidos, que sea libre para construir su propia historia. En tal sentido busca, la independencia económica, el fin del control de las transnacionales de nuestros recursos naturales, como el oro, el banano, los recursos pesqueros. Pero ante todo reivindica el principio de la autodeterminación, el antiimperialismo y el fin de la presencia norteamericana en nuestra patria, y una política exterior independiente.
2) Democracia y honestidad administrativa, El fin de la Dictadura y la construcción del poder popular. La democracia Identificada con participación directa del pueblo en sus propias transformaciones.
3) Construcción de un ejercito nacional que tenga como misión la salvaguarda de la soberanía y no la represión del pueblo Destrucción de la guardia nacional, como aparato privado de represión, que humillaba, torturaba, y asesinaba a al pueblo.
4) Tierra para los campesinos. Reforma Agraria que ponga fin a la miseria rural y a la injusta distribución de la tierra y al latifundio.
5) Justicia social, expresada como NO MÁS EXPLOTACION NI MISERIA Aniquilamiento de las grandes diferencias sociales. Se proponía construir una sociedad mas justa, en donde todos tuviesen acceso a la educación y a la salud gratuitas. La revolución en la cultura y la enseñanza.
6) Emancipación de la mujer. Fin de la odiosa discriminación de las mujeres con respecto al hombre.
7) Unidad popular centroamericana, con el propósito de dar continuidad al ideal de la unidad de la región.
8) Plena libertad de organización del pueblo. Impulsar la organización popular autónoma de los partidos tradicionales.
9) Libertad religiosa y Estado Laico.
10) Solidaridad entre los pueblos en lucha.
V. FORMAS DE LUCHA ADOPTADAS
El Frente Sandinista se organizó inicialmente como una fuerza guerrillera, que persigue el fin de la dictadura y la toma del poder por la vía armada. Animada por los resultados del movimiento 26 de Julio en Cuba, el Frente Sandinista escoge como teatro preferencial de su lucha el campo, aunque también realiza operaciones en las ciudades.
A finales de los 60 y principios de los 70, se da una confluencia de los cristianos revolucionarios nicaragüenses con el Frente Sandinista, y en particular con el movimiento estudiantil universitario. Coinciden con la reflexión de que es necesario el desarrollo del movimiento popular en apoyo a la lucha armada.
Se construyen a través de distintas organizaciones, puentes de vinculación con el campesinado, a través del trabajo directo y las organizaciones campesinas que luchan por la tierra. En las ciudades, a través de organizaciones juveniles y populares, alrededor de reivindicaciones como la vivienda, el agua, los servicios de salud, por mejoras en las condiciones de vida. Y por supuesto, las luchas sindicales. El Frente Sandinista se vincula estrechamente a las luchas de los maestros por sus reivindicaciones salariales, por libertad sindical. Y después del terremoto de Managua (1972), a los movimientos de obreros de la construcción.
De esta manera, dentro de las luchas sociales se van identificando a los hombres y mujeres que son capaces de trascender las reivindicaciones inmediatas y llevar a un plano más político sus expectativas. Entendiendo que para el cambio de la realidad, era necesaria la alianza obrero campesina, que busque el poder, para el cambio integral de la realidad.
Así entendíamos entonces la importancia del poder, de asaltar los aparatos del Estado, como instrumentos, para cambiar la realidad de injusticia que vivíamos.
Además de las luchas sectoriales, se lograron impulsar luchas eminentemente políticas, por la democracia, por la libertad, como las luchas por la libertad de los presos políticos.
La incorporación masiva del pueblo a la lucha armada, se logró a través de dos décadas de trabajo de base, en que se vincularon, acciones armadas con actividades políticas. Lucha por reivindicaciones con golpes de mano, reclutamiento de colaboradores con asaltos a bancos para conseguir recursos. Acciones de denuncia, de divulgación y de trabajo sobre la conciencia, con llamamientos a la insurrección.
En los últimos años, se adoptaron formas de vinculación variadas. Desde las múltiples formas de colaboración: aporte económico, prestar su automóvil, o su casa para una reunión, casas para que vivan los combatientes clandestinos, o tareas de comunicaciones, conseguir armas, conseguir vituallas, medicinas, curar un herido. Hasta la incorporación a los grupos de combate, en los que también se articularon diferentes niveles de participación. Los grupos juveniles que actuaban en los barrios o cercanos a sus casas en hostigamientos a la guardia (comités de acción popular), o brigadas para acciones específicas o los guerrilleros clandestinos de tiempo completo, para acciones más complejas.
También se logró construir una política de alianzas con sectores de la burguesía, que comenzó a manifestar su descontento ante la voracidad económica y comercial de la Dictadura que invadía con la competencia desleal sus cotos de caza.
Fue muy importante el trabajo internacional para conseguir respaldo político, apoyo en la condena a la dictadura, y también para obtención de recursos.
Y finalmente la insurrección armada, que fue un gigantesco acto de masas, que involucró a decenas de miles de nicaragüenses en las más diversas tareas.
VI. LA REVOLUCION POPULAR SANDINISTA
La victoria del 19 de Julio de 1979 fue la conclusión e inicio de una gigantesca demostración de participación activa del pueblo. Para la realización de sus importantes tareas, contó siempre con la acción organizada de los sectores populares.
La Revolución fue inmediatamente asediada por las fuerzas más reaccionarias de los Estados unidos, particularmente desde que asume el poder Ronald Reagan, quien accede con un programa centrado en la recuperación de la hegemonía mundial, y que se propone a toda costa, aniquilar el proyecto de nación independiente que se inicia en nicaragua y amenaza con extenderse, sobre tres pilares:
* Economía Mixta
* Pluralismo Político
* No-alineamiento
El movimiento popular giró alrededor de las siguientes tareas:
- Defensa de la Revolución, inmediatamente agredida por los Estados Unidos, quienes organizaron rápidamente un ejército contrarrevolucionario con restos de la guardia somocista, con los sectores desplazados y campesinos descontentos. La defensa de la revolución se organizo a través de las milicias, las reservas y el servicio militar.
- La participación en la Cruzada de Alfabetización y las tareas de educación.
- La Reforma Agraria y la participación en jornadas productivas, cortes de café, algodón.
- La organización de ciudadanos se inicia, dando lugar a las grandes organizaciones de campesinos, obreros, estudiantes, mujeres, pobladores, hasta la organización cuadra por cuadra, para realización de tareas comunitarias. Todas girando alrededor de las grandes tareas revolucionarias.
- La creación de una nueva institucionalidad, a través de una nueva constitución y nuevas leyes.
- El desarrollo de una desafiante política internacional independiente, que le lleva a abrir relaciones con los países socialistas, de quienes empieza a recibir sustantiva ayuda.
VII: LECCIONES PARA LOS DESAFIOS DEL PRESENTE
El movimiento popular logró sostenerse en el poder hasta las elecciones de 1990. La razón fundamental de la derrota electoral fue el desgaste profundo en la capacidad de resistencia de la economía y la población, producto de las perdidas en vidas humanas, y la desesperante situación económica.
Esta derrota se produce en un contexto adverso a las ideas de cambio en el mundo. En Europa se produce el fin del socialismo real, y con ello cunde la sensación de que las fuerzas reaccionarias en el mundo han vencido. El paradigma de la revolución luce derrotado.
Sin embargo se considera que otros factores que incidieron estaban dados por debilidades internas del proceso mismo. Se descuido el trabajo sobre el factor conciencia, y la resistencia moral fue minada por errores en la conducción, soberbia en las actuaciones, y una excesiva preocupación por el control del poder, por el poder mismo. La dirigencia se fue distanciando de la base.
La Lucha librada por el pueblo Nicaragüense en sus diferentes etapas nos deja las siguientes enseñanzas:
Uno: Ganar la conciencia popular
La toma del gobierno por la vía de las armas o por la vía electoral, no significa de manera mecánica la garantía de las realizaciones esperadas por los sectores populares.
Tan o más importante que ganar el gobierno, es el trabajo sobre la conciencia entre la gente y entre sus líderes. No es casual que en las condiciones de la democracia liberal, la lucha por la toma del poder se presenta de manera exclusiva como la toma del gobierno por la vía electoral. Las armas o el voto no deben sustituir la conciencia.
En la actualidad, los partidos políticos, predominantemente, incluidos los partidos de izquierda, son arrastrados por la lógica del marketing político. Las campañas electorales se transforman en operaciones de mercadeo político.
Se ganen o se pierdan, las elecciones pasan y, con demasiada frecuencia, pasan bajo la forma de grandes frustraciones. Los intereses tácticos no deben oscurecer la prioridad que debe tener la inversión estratégica y de largo plazo del trabajo ideológico sobre la conciencia del militante y del ciudadano, para poder garantizar en el futuro las deseables y durables victorias.
Las realizaciones verdaderamente transformadoras y revolucionarias, son aquellas que los ciudadanos realizan por ellos mismos motivados por su conciencia.
No es posible realizar profundas transformaciones, aun cuando el gobierno se alcance por una mayoría electoral, sin una conciencia clara de la gente que le lleve proponer, impulsar, participar y defender como propias tales transformaciones.
En las nuevas condiciones, (vida pacifica, democracia y mercado) los liderazgos partidarios son mucho menos confiables y no ofrecen por sí mismos garantías suficientes para la satisfacción de las aspiraciones ciudadanas. La experiencia indica que la seguridad de los intereses populares depende de sus propias fuerzas, de su capacidad organizativa y de su voluntad de lucha, independientemente del gobierno de turno.
En la experiencia de Nicaragua, el pueblo antes de apropiarse de las fuerzas productivas y de las armas, se apropió primero de sentimiento y coraje, de símbolos e identidades, de proyectos y esperanzas, de una bandera roja y negra que se encubaba en el alma y se cultivaba en la calle, en la lucha contra la dictadura, el imperialismo y por cambiar la conducción de la sociedad, por la necesidad de insertarse en un mundo de relaciones económicas y políticas internacionales más justo y más fraterno, por el deseo de participar en las decisiones del estado y de la sociedad, y enrumbar a su país a favor de los intereses del pueblo en su conjunto.
El trabajo de concientización, la educación del pueblo por el pueblo mismo, desarrolla el potencial de transformación y cambio en los actores sociales. El trabajo sobre la conciencia que desemboca en la organización de los propios protagonistas es la clave de los cambios.
El poder, como control de aparatos, es solo una parte. Si se controla el poder pero se descuida el desarrollo del ser humano, de la conciencia, de la batalla de las ideas. Si se quiere construir una nueva sociedad sin cuestionar la base ideológica sobre el que se asienta el viejo modelo, al final seremos vencidos.
Dos. Una nueva horizontalidad
La concepción clásica de vanguardia es válida para algunos momentos, porque se necesita conducción desde fuera de los procesos, pero el protagonismo del propio pueblo no puede ser sustituido por una sola organización. Este es un tema en el que se impone una profunda revisión crítica.
Urge renunciar al vanguardismo y a las estériles pretensiones hegemonistas. Creo que es necesario renovar y actualizar la tolerancia en las relaciones políticas, entre los diversos agentes de la resistencia a los desmanes y caos producidos por el neoliberalismo.
Para quienes defendemos los intereses de las mayorías, las alianzas son necesarias pero no sólo para ganar elecciones: debemos priorizar a los sectores sociales organizados, con quienes es imprescindible establecer confiables y verdaderas alianzas estratégicas, con el fin cimero de transformar las estructuras económicas y sociales, en un nuevo contexto que ya ha puesto fin a la tradicional relación autoritaria y de subordinación vertical de aquellos a los partidos, para sustituirlas con relaciones horizontales de respeto, tolerancia y espíritu crítico.
La realidad nos conduce al reconocimiento de una nueva horizontalidad con una gran diversidad de nuevas prácticas, la emergencia nuevos sujetos económicos, políticos, sociales y culturales, alterándose de una manera que parece irreversible la realidad sociológica del mundo contemporáneo, con la consecuente pérdida del monopolio de los viejos sujetos y las formas tradicionales de la acción política.
Tres: La Juventud como protagonista
La experiencia nos enseña, que es entre los jóvenes donde encontramos la mayor capacidad de abnegación y sacrificio disponible en la sociedad frente al acomodamiento de la clase política, son ellos los más capaces para acometer la realización de tareas que a otras generaciones parecen imposibles.
Es esa juventud la depositaria de las mejores experiencias y por lo tanto, se transforma en exigente sujeto de la acción política y social, en un mundo donde frecuentemente están en crisis la ética y la credibilidad de los dirigentes sociales y de la clase política.
Es esa juventud la que ha probado estar mejor dispuesta en espíritu y energía para emprender la rebelión mundial frente a la mediatización de las luchas; frente a las mutaciones ideológicas de quienes alguna vez fueron dirigentes revolucionarios; frente a las claudicaciones políticas y el pragmatismo; frente a la búsqueda del poder por el poder mismo; frente a la defensa de los nuevos intereses frutos del ejercicio no siempre lícito ni legítimo del poder; frente a búsqueda sin principios de espacios de poder, frente a la mezquindad y el egoísmo; frente al abandono de la solidaridad como conducta ética y política; frente al sometimiento a los valores individualistas y mercantiles de la globalización neoliberal, frente a todos esas viejas enfermedades del capitalismo, convertidas ahora en verdaderas pestes planetarias.
Cuatro: Nuevas banderas
Las luchas en la sociedad contemporánea, no tienen como imperativo el diseño acabado de un nuevo paradigma (cosmovisión) como en el pasado.
Es fundamental desarrollar una actitud comprometida de resistencia permanente y organizada contra las múltiples formas de opresión de la mundialización capitalista. La resistencia de los pobladores del planeta ha comenzado, a través de innumerables iniciativas innovadoras, de procesos autónomos de reflexión y acción, los ciudadanos comienzan a reaccionar sin prejuicios ideológicos y sin exigir lealtades y obligaciones partidistas.
Las banderas de siempre, aquellas que desde el amor han inspirado cada rebelión contra el status quo:
- por la vida,
- contra la pobreza y por el progreso;
- contra la discriminación, la marginalidad y el atraso, por la igualdad de oportunidades para los ciudadanos y las naciones;
- contra la opresión y la dictadura, por la libertad, la independencia nacional y la soberanía, son ahora remozadas y enriquecidas por el vigor de las nuevas generaciones en cuyas manos se han transformado en inspiración de nuevas batallas sociales.
Mientras el sistema capitalista ha emprendido con éxito la tarea de demolición de las relaciones fraternas entre los seres humanos, de sus escombros surgen nuevas banderas tales como:
- Contra la Guerra y el hegemonismo, por la paz de los pueblos
- la lucha contra la corrupción, por la honestidad y la transparencia en la gestión pública;
- contra la dictadura de los hombres sobre las mujeres y de los padres sobre los hijos, por la plena igualdad de derechos entre los sexos, y el diálogo y la democratización de las relaciones familiares;
- contra la doble moral, la discriminación, el racismo y la xenofobia, por la tolerancia, la convivencia entre las razas y el respeto a las diferencias;
- contra la imposición de la fuerza militar y económica, por la fraternidad y la solidaridad entre los ciudadanos y las naciones.
- contra el oportunismo y la mentira, por consecuencia y por la sinceridad en las relaciones personales y políticas;
- contra la dilapidación de los recursos y el maltrato a las otras especies, por la defensa de la naturaleza y del medio ambiente;
- contra el «capital centrismo», por la autonomía regional y municipal.
- Este es el punto de partida ya iniciado por los y las ciudadanos, con el acompañamiento desde luego de los sectores más conscientes, a los cuales con toda seguridad veremos en el futuro dotados de un mayor grado de coherencia, y por qué no, con altos niveles de coordinación y quizás hasta referentes globales alternativos.
Cinco: Unidad no es unanimidad.
La unidad, proclamada frecuentemente en nuestros partidos y movimientos sociales como condición natural de la fortaleza interna y requerimiento para luchas victoriosas, se transforma muchas veces en la imposición de mayorías artificiales, en la exigencia de la unanimidad con el disfraz del consenso, en el aplastamiento de las minorías, en instrumento retardatario de la conciencia crítica, en la promoción del inmovilismo político, en la negación del derecho a la iniciativa por parte de los cuadros y bases de los partidos y sectores, en fin se convierte en demasiadas oportunidades, en el pretexto privilegiado de los órganos superiores, dirigencias y caudillos, para preservar el poder y aplicar sus criterios personales como decisiones del partido, al margen del criterio y la voluntad política de las bases.
La verdadera unidad no es la que resulta de la incondicionalidad. Así como la disciplina partidista no es una categoría superior a la lealtad a los principios, a las propias convicciones ideológicas y a la ética, la verdadera unidad es la que resulta de la coherencia entre la conciencia adquirida, el acuerdo y los intereses compartidos en la acción común.
Seis: el asedio perpetuo a la opresión.
Sería poco responsable, sin embargo, ocultar o disfrazar una realidad inobjetable: no hemos salido aún de un ya largo período de reflujo revolucionario, de euforia neoliberal y de hegemonía de la sociedad de mercado.
En estas condiciones, nos parece que la táctica para la promoción de los cambios es la del asedio permanente, multiclasista y multisectorial, a la hegemonía del capital y su cultura de opresión.
Por ello, el espíritu crítico y la actualización renovada de nuestros presupuestos teóricos, deben estar acompañados de una táctica política flexible, promotora del diálogo, del consenso y de la incorporación a la lucha de las más diversas expresiones posibles de rebeldía.
Desde la perspectiva del asedio a la opresión y al capital, deberíamos proponernos generar el hecho del cambio, el acto emancipador, hoy y ahora, en cada trecho, en cada espacio disponible, contemos o no con el concurso de las conocidas contradicciones de las fuerzas productivas y las relaciones de producción, contemos o no, con la toma del poder político por un partido o una vanguardia, por los medios que fuese.
A nuestro juicio, es hora de avanzar en el quehacer transformador, hacia la disputa de todos los espacios, políticos, económicos o ideológicos. Hoy. Ahora mismo. Sin despreciar ninguna lucha, ningún acto de insubordinación. Sin actitudes excluyentes. Resistiendo y avanzando. Cuestionando lo opresivo y subyugante. Sin despreciar nada ni a nadie, dando lugar a todas las expresiones de la conciencia posible. Afirmándonos y revelándonos. Tejiendo sin prejuicios los vínculos entre los ciudadanos. Promoviendo la fraternidad, la audacia, la cooperación, la solidaridad entre quiénes luchan rebelándose al orden establecido. Afirmando los pasos y las ideas liberadoras. Creando las respuestas, inventando la esperanza.
Todas las vías están abiertas para insubordinarse, para intentar transformar las cosas y al mismo tiempo –lo cual me parece esencial- transformarnos nosotros mismos en permanentes sujetos de cambio, en la medida que somos portadores y ejemplo de ese cambio.
Mejor aun, como señala el compañero sandinista Orlando Núñez: «Desarrollar la audacia para deshacernos de la actual civilización y desprendernos de todos los «atavíos» para comenzar a construir una nueva forma de pensar, sentir, luchar y vivir, recurrir a la memoria histórica de la liberación hasta salirse de las rutas enajenadas cambiar de creencias, recuperar el goce del trabajo creativo, de las acciones compartidas desarrollar la ética de las alianzas de justicia popular a fin de recuperar el amor individual y colectivo».
Siete: sumarse a la rebelión
Tal pareciera que el más sano camino para seguir avanzando hacia la contribución por los cambios y por lo tanto a nuestra propia transformación como hombres y mujeres nuevas, es la que logra articular y combinar –con diálogo y tolerancia-- los mejores senderos de los caminos ya recorridos, y poniendo especial atención a los actos imprevisibles de la conciencia humana, que termina por rebelarse y que no acepta de manera indefinida la sumisión y la dependencia.
No se trata de erigir el pragmatismo y el espontaneísmo como paradigma de la acción transformadora. Se trata a nuestro juicio de afinar cada vez más nuestros sensores para percibir la acción renovadora de la conciencia crítica, empeñándonos en la tediosa y paciente tarea de organizar, concatenar y articular las nuevas ideas y los pluriclasistas actos de rebeldía.
Nuestra sugerencia no pretende tampoco hacer la apología de la acción en detrimento de la reflexión y la teoría. Tampoco somos nadie para pretender que los caminos tradicionalmente admitidos para la promoción de los cambios se encuentran definitivamente agotados.
Sin embargo, no deberíamos obviar por ejemplo, que los cambios revolucionarios no se agotan y ni siquiera se garantizan con las transformaciones de la economía, de la vida material, o la democratización del Estado. El universo subjetivo, el espacio de los valores, de los afectos, el mundo de la cultura, está siempre presente, activo, en los periodos de las luchas desde abajo y, con mayor razón, en la plenitud de los cambios desde arriba.
Permítanme, para concluir este ámbito de reflexiones, la siguiente respetuosa insinuación: a nuestras grandes referencias doctrinarias debemos sumarles la necesidad de su cuestionamiento crítico, y la constante contribución para su permanente adecuación y renovación.
Por otra parte, la poli diversidad de los actos de insumisión, su multisectorialidad, requieren del acompañamiento y de la indispensable labor intelectual comprometida, que contribuya a dar unidad y coherencia a semejante complejidad y desafío.
El camino y el desafió, por amor a la humanidad, sigue siendo el mismo, la lucha continua.
Managua, 29 de Septiembre 2003.
MOVIMIENTO MACROREGIONAL DEL CUSCO
PROYECTO PUEBLO
Construyendo una alternativa desde el pueblo
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miércoles, 4 de febrero de 2009
martes, 25 de noviembre de 2008
NACE IZQUIERDA ANTICAPITALISTA EN ESPAÑA
Nace "Izquierda Anticapitalista"
Antonio Liz - kaosenlared.net
El sábado 22 de noviembre la Conferencia Extraordinaria de Espacio Alternativo dio el paso de presentarse a las elecciones europeas y de transformarse en partido con el nombre de Izquierda Anticapitalista.
Considero que es una decisión valiente. Aunque el combate contra el capitalismo sea desigual hay que darlo. Esta lucha se tiene que entablar en la calle y tener resonancias en el Parlamento. Pelear no sólo es resistir, es atacar aunque primero sea como guerrilla y después como ejército. Aunque nos golpee brutalmente el capitalismo hay que darle algún puñetazo ya que cuanto menos frente se le haga más envalentonado se sentirá.
Hoy ya son legión los que están resistiendo en el tajo y en la universidad las durísimas y prepotentes embestidas del capitalismo. Es la nueva izquierda de combate. Ahora sólo falta que sepa agruparse para responder táctica y estratégicamente. La fusión de la lucha en la calle y plantear una alternativa política al capitalismo es el reto de esta nueva izquierda de la que Izquierda Anticapitalista forma parte.
Tengo entendido que las listas electorales las harán con gente que tiene presencia real en el plural movimiento, en las luchas sociales. Eso sería una forma lucidísima de ir relacionando las diversas partes del movimiento anticapitalista. Téngase en cuenta que los representantes del movimiento son los líderes que va seleccionando en el proceso de lucha la clase trabajadora y el estudiantado. Es decir, son los líderes naturales del movimiento obrero y estudiantil. Pienso que este proceder sería un éxito porque las diversas partes del movimiento se verían representadas y sería un seguro de vida contra el sectarismo político.
Hay que tener paciencia-activa. Relacionar las partes con el todo, las luchas sociales con la organización, lleva tiempo. Cuanta más paciencia-activa se tenga menos tiempo llevará. El capitalismo puede parecer eterno pero no lo es. La burguesía es una clase miedosa, le tiene pánico a la movilización social. Sólo se muestra prepotente cuando la clase trabajadora retrocede. Si no le tuviese miedo a la clase trabajadora no compraría a las burocracias sindicales ni invertiría tanto dinero en mercenarios de la pluma y el micrófono.
En una ocasión le preguntaron a Marx cuál era su idea de la felicidad: la lucha, respondió. Hay que luchar. El capitalismo no es invencible. Es un gigante con los pies de barro. Ha pasado el tiempo en que una parte de la humanidad lo miraba como algo progresista. La burguesía es una clase de ladrones y asesinos, roba y mata para obtener beneficios. El beneficio es lo único que le importa. No tiene medida porque su avaricia es infinita. Ha perdido la razón. Esta está de parte de tod@s l@s anticapitalistas. La razón es la que nutre la capacidad de lucha.
Muchas han sido las derrotas que ha infligido el capitalismo a las mujeres y hombres de la clase trabajadora, pero esta es invencible porque es la mayoría. La sociedad sólo tiene una posibilidad de no caer en la barbarie: enfrentar los problemas sociales. La nueva izquierda que se está fraguando en las luchas sociales es la esperanza. Nada es eterno excepto el movimiento.
Antonio Liz - kaosenlared.net
El sábado 22 de noviembre la Conferencia Extraordinaria de Espacio Alternativo dio el paso de presentarse a las elecciones europeas y de transformarse en partido con el nombre de Izquierda Anticapitalista.
Considero que es una decisión valiente. Aunque el combate contra el capitalismo sea desigual hay que darlo. Esta lucha se tiene que entablar en la calle y tener resonancias en el Parlamento. Pelear no sólo es resistir, es atacar aunque primero sea como guerrilla y después como ejército. Aunque nos golpee brutalmente el capitalismo hay que darle algún puñetazo ya que cuanto menos frente se le haga más envalentonado se sentirá.
Hoy ya son legión los que están resistiendo en el tajo y en la universidad las durísimas y prepotentes embestidas del capitalismo. Es la nueva izquierda de combate. Ahora sólo falta que sepa agruparse para responder táctica y estratégicamente. La fusión de la lucha en la calle y plantear una alternativa política al capitalismo es el reto de esta nueva izquierda de la que Izquierda Anticapitalista forma parte.
Tengo entendido que las listas electorales las harán con gente que tiene presencia real en el plural movimiento, en las luchas sociales. Eso sería una forma lucidísima de ir relacionando las diversas partes del movimiento anticapitalista. Téngase en cuenta que los representantes del movimiento son los líderes que va seleccionando en el proceso de lucha la clase trabajadora y el estudiantado. Es decir, son los líderes naturales del movimiento obrero y estudiantil. Pienso que este proceder sería un éxito porque las diversas partes del movimiento se verían representadas y sería un seguro de vida contra el sectarismo político.
Hay que tener paciencia-activa. Relacionar las partes con el todo, las luchas sociales con la organización, lleva tiempo. Cuanta más paciencia-activa se tenga menos tiempo llevará. El capitalismo puede parecer eterno pero no lo es. La burguesía es una clase miedosa, le tiene pánico a la movilización social. Sólo se muestra prepotente cuando la clase trabajadora retrocede. Si no le tuviese miedo a la clase trabajadora no compraría a las burocracias sindicales ni invertiría tanto dinero en mercenarios de la pluma y el micrófono.
En una ocasión le preguntaron a Marx cuál era su idea de la felicidad: la lucha, respondió. Hay que luchar. El capitalismo no es invencible. Es un gigante con los pies de barro. Ha pasado el tiempo en que una parte de la humanidad lo miraba como algo progresista. La burguesía es una clase de ladrones y asesinos, roba y mata para obtener beneficios. El beneficio es lo único que le importa. No tiene medida porque su avaricia es infinita. Ha perdido la razón. Esta está de parte de tod@s l@s anticapitalistas. La razón es la que nutre la capacidad de lucha.
Muchas han sido las derrotas que ha infligido el capitalismo a las mujeres y hombres de la clase trabajadora, pero esta es invencible porque es la mayoría. La sociedad sólo tiene una posibilidad de no caer en la barbarie: enfrentar los problemas sociales. La nueva izquierda que se está fraguando en las luchas sociales es la esperanza. Nada es eterno excepto el movimiento.
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Debate político,
Izquierda Autónoma
miércoles, 19 de noviembre de 2008
INFORME DE REUNIÓN DE LIMA / IZQUIERDA AUTÓNOMA
Estimados compañeros y compañeras: Queremos agradecerles por la exitosa sesión de trabajo que compartimos con algunos y algunas de ustedes la semana pasada en Lima. También al PDTG por facilitarnos el espacio para la reunión. De igual manera quisiéramos socializar con los demás compas y organizaciones de la lista de manera muy general los acuerdos puntuales a los que llegamos ese día. - Las organizaciones y activistas presentes nos ratificamos en nuestra voluntad de impulsar un proceso de articulación nacional. - En ese marco, nos comprometimos a trabajar en la organización de un Encuentro Nacional para enero o febrero de 2009 en Arequipa o en Lima. - Se formaron dos comisiones, una para ir trabajando los aspectos metodológicos del Encuentro, y otra para elaborar un borrador de la Convocatoria. Ambas propuestas deben ser presentadas en una próxima reunión de coordinación que debe realizarse en Lima el domingo 14 de diciembre. Para esa fecha sería muy importante contar también con la presencia de representantes de Proyecto Pueblo del Cusco, y de otras organizaciones. - A las organizaciones comprometidas con el proceso, se les ha encomendado adicionalmente dos tareas: a) Trabajar un documento colectivo en torno a los ejes de la articulación planteados en los documentos de SUR, del c. Álvaro Campana y del c. Omar Cavero. La sistematizació n de los documentos particulares de todas las organizaciones debe dar origen a los documentos de discusión del Encuentro Nacional. b) Extender la convocatoria a otros grupos y colectivos de nuestras ciudades y regiones. En la medida de lo posible, esta tarea debe comportar contactos directos y personales, más que solamente virtuales. Reiterándoles nuestro saludo fraterno, y comprometidos con implementar desde ya las tareas encomendadas, nos suscribimos de Ustedes. Solidariamente,Colectivo SUR - AQP CoLeCTivO SuR
Reflexión, organización y acción para el cambio social
www.colectivosurarequipa.blogspot. com
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sábado, 8 de noviembre de 2008
IZQUIERDA DE AUTONOMÍAS
Les envío algo que escribí después de leer el documento de SUR y el aporte de Álvaro Campana. Si bien se los hcie llegar imagino que no ha habido respuestas debido a cuestiones de tiempo y demás, así que aquí lo envío como aporte a la discusión. Es una reflexión conceptual sobre qué significa eso que llamamos autonomía. Es necesario comenzar a pensar en la acción y en esas estamso, pero creo que no debemos descuidar el tener claridad total sobre aquello que nos hace particulares, que creo que es algo más que ser grupos pequeños y no estar en partidos. Ahi les va. Un abrazo. Omar Cavero(militante de acción crítica) Copio el documento y lo mando también adjunto:
IZQUIERDA DE AUTONOMÍAS
Reflexiones en torno al concepto de autonomía en el documento de SUR
y en el aporte del compañero Álvaro Campana
Omar Cavero – Acción Crítica[1]
El documento "Criterios para la unidad de la izquierda autónoma" elaborado por el Colectivo SUR, abre un debate necesario. Entre las organizaciones que se reconocen de izquierda hay una serie de sentidos comunes que han trazado líneas divisorias entre lo tradicional y lo nuevo; entre partidos y colectivos; entre viejas prácticas y formas renovadas de hacer política; etc. Pero ha habido pocos intentos por explicitar aquellas diferencias y ensayar definiciones. El documento de SUR es una apuesta por entrar directamente al tema, y plantear posibilidades de acción y unidad.
A continuación planteo algunas observaciones. Me centraré en aspectos teóricos que me parece necesario enfrentar y buscaré hacerlo de la manera más fría y objetiva, algo que considero necesario al momento del análisis. Desde ya manifiesto mi adhesión al fondo del documento de SUR. Veamos.
La autonomía
Un aspecto clave en la definición de izquierda autónoma es, evidentemente, la noción de autonomía. Figura en las características y en el nombre de la tendencia. Sin embargo, su definición aparece aún incompleta. Desde una lectura rápida puede entenderse que la autonomía (que en tanto tal, alude a autonomía frente a algo) radica en el carácter no partidarizado.
Si fuera ese el sentido de la palabra, se trataría de una etiqueta en negativo que, si buscase definir la esencia de una forma de práctica de izquierda, estaría negando a los partidos como forma legítima de organización política; o, en todo caso, estaría apostando por una forma de organización política que no sea partidaria. Por supuesto, se trata de una etiqueta y ella no debe sobreponerse al contenido que busca englobar. Sin embargo, aquel contenido no termina de estar claro; aunque, valga resaltarlo, concuerdo con la gran mayoría de ideas vertidas y comparto el entusiasmo por generar vínculos orgánicos de unidad.
Quiero centrarme en la noción de autonomía y básicamente en su nivel organizativo. Yo percibo que las nociones de autonomía y horizontalidad van ligadas de una manera más profunda, y -aun de no existir partidos de los cuales deslindar- podrían significar una particularidad dentro de las tendencias de izquierda. Lo que entiendo es que autonomía y horizontalidad son los dos principios de base que construirían un modelo de cambio social y de organización política en el que las organizaciones no crecerían engullendo a otras e imponiendo su vanguardia, sino articulando espacios autónomos de decisión en los que se garantice democracia participativa y, por lo tanto, legitimidad en las decisiones.
Aquello es justamente algo que no concibió el modelo leninista de partido, en el que las organizaciones poseen estructura piramidal-burocrática que, indefectiblemente -por más socialista que se sea-, acaban por concentrar el poder en el criterio de unos pocos, que pretenden vanamente tomar decisiones en nombre de las mayorías, consultándoles a través de plenarios escasos y manejados, y votaciones esporádicas. Las taras de la democracia representativa, también se repiten en los partidos de izquierda que se pretenden democráticos, y ni hablar de las derechas.
Ahora volvamos a lo de autonomía y horizontalidad, y agreguemos algo que también está en el documento: "la diferencia y la diversidad como poderosas armas de lucha". Ahí radica una particularidad de importancia vital, y que corresponde a esta época. Las luchas emancipatorias ya no son únicamente por la redistribución transformadora (léase revolución) en el plano sociopolítico, sino que ahora hay una serie de luchas importantes por el reconocimiento, por la defensa y la reivindicación de la particularidad (que también son revolucionarias). Aquí se ubicarían desde el movimiento indígena hasta el movimiento de género y el de la reivindicación racial. Se trata de dos direcciones de lucha que debemos apuntar a conciliar, filosóficamente, programáticamente y organizativamente. No es posible lograr redistribución sin reconocimiento, ni reconocimiento sin redistribución. Un principio interesante de consenso, que es necesario desagregar en prácticas concretas, es lo que Boaventura llama "el metaderecho a tener derechos". Pero es un debate más largo de lo que los fines de este texto me permiten.
¿Qué tiene que ver todo ello con la izquierda autónoma? Concretamente, la izquierda autónoma debe evitar caer en el error de imponer una visión particular a otras organizaciones, cuyas experiencias de lucha se construyen desde contextos particulares y en ocasiones hasta ininteligibles entre sí. Aquella apuesta por conciliación e inteligibilidad dentro de las diversidades debe traducirse en el diseño organizativo.
Si asumimos ese reto, una organización de la izquierda autónoma que creciera exitosamente, no debería apuntar a ser un gran pulpo de cabeza piramidal, porque caería en las taras que se critican a los partidos. Si no se afronta esta tarea, el imperativo valioso de construir la utopía revolucionaria desde la práctica y no esperando un momento privilegiado de toma de poder; se perdería.
Por el momento no hay mayor problema porque somos organizaciones pequeñas, donde los lazos de confianza permiten una vivencia interior medianamente armónica y una práctica política horizontal. ¿Pero y si creciéramos? ¿Y si lográramos una articulación nacional, un Bloque político y un programa? ¿Es que acaso existe una identidad irremediable entre verticalismo, autoritarismo y burocratismo; y organización política grande (dicho vagamente)? Si nos planteamos una articulación mayor, urge enfrentar el diseño de una organización contundente que sea más que una coordinadora o frente, pero que no caiga en los errores de la organización partidaria.
Izquierda de autonomías
Hasta aquí entonces, lo que busco es aportar en problematizar cómo la autonomía, la horizontalidad y la diversidad, podrían construir la particularidad de una izquierda renovada, que reflexiona críticamente desde su tradición pero que busca superar sus taras menos percibidas oficialmente, y por ello sus taras más profundas. Y justamente esta superación debe evitar caer en vacua retórica que busque legitimar perversamente las mismas prácticas desde discursos que supuestamente las critican. Aquello sucede con las infinitas autocríticas al sectarismo en boca de viejos dirigentes que minutos después abundan en actitudes sectarias.
Desde organizaciones pequeñas es más fácil vivir una democracia plena, que respete diversidad y horizontalidad. Pero cuando se crece y se entra de lleno a la coyuntura, el dinamismo de la actividad política obliga a respuestas rápidas. Esa necesidad de rapidez y efectividad conlleva una tendencia a la concentración de poder, a la pérdida de horizontalidad, a la simplificación y al olvido de la diversidad. La izquierda autónoma, si plantea una articulación nacional orgánicamente consistente, debe prever un diseño organizacional que permita respuestas rápidas a la coyuntura que no impliquen el sacrificio de la democracia real.
Sigamos la pista que nos abre la noción de autonomía, pero no la entendamos en negación a los partidos, sino como la esencia orgánica de la articulación entre espacios diversos. Pequeños espacios autónomos que garanticen la democracia directa interna, y que se federen entre sí en plataformas de lucha más amplias, quizás sean una forma de ir aterrizando el tema. Entendida así la autonomía, a lo mejor debamos ser, más que una izquierda autónoma, una "izquierda de autonomías". Claro, el debate está abierto y las ideas que aquí planteo lo último que buscan es ser concluyentes.
Sobre el aporte de Álvaro Campana respecto a la noción de autonomía
Los aportes del compañero son importantes. Ahora quiero centrarme sólo en la noción de autonomía. Su documento dice lo siguiente:
Justamente, uno de los aportes de la izquierda autónoma es la crítica a esta lógica que reproduce la dominación, y recordando que el Estado la reifica y sigue siendo expresión de la expropiación del poder a la gente, y retomar la idea de la socialización, sobre la base de la recuperación por parte de la sociedad de la producción de la economía, de la cultura, del ejercicio de la autoridad, de la producción de lo normativo, esta es la idea de la autonomía.
Aquí se aborda a la autonomía en un sentido más amplio que el meramente organizativo, que fue la dimensión a la que me circunscribí en mis reflexiones anteriores. La autonomía es entendida, en la cita, como la superación de toda dominación, la recuperación por parte de la sociedad de sus relaciones sociales y su producción en todas las dimensiones (autoridad/trabajo/cultura/sexo). Aquella recuperación se manifestaría en autogobierno, autogestión; en fin, en autonomía.
Pero si problematizamos el acercamiento surge la siguiente pregunta: ¿quién es la sociedad? Y no lo quiero llevar a un debate que busque definir qué entendemos por pueblo o por "lo popular" (debate necesario, a mi parecer). Quiero llevar el tema a algo más simple: todas las sociedades tienen formas de autoridad colectiva, y, por definición, toda forma de autoridad colectiva implica dominación. Aquella dominación es la que hay que entender en su profundidad para saber qué es lo que específicamente combatimos de ella. Cuando se dice "el Estado reifica y sigue siendo expresión de la expropiación del poder a la gente", ¿se está pensando en una sociedad sin formas de autoridad colectiva? Toda institución de poder público tiene, por lo menos, la tendencia a la reificación del poder, porque se trata de una institución: cristaliza en roles y normas diferenciadas y diferenciables, las relaciones sociales -que son relaciones de poder, hasta en el socialismo mejor realizado.
¿Es posible pensar sociedades complejas, relacionadas entre sí extensamente y con una división del trabajo avanzada, que puedan sostenerse sin instituciones de autoridad? Esa es una pregunta que no siento que hayan logrado contestar comunistas ni anarquistas. Ambos quieren la extinción del Estado, y no sólo del Estado burgués, sino del Estado, porque es concebido como mecanismo de dominación per se, creado como tal para ese fin. Pero la utopía que construyen presenta una sociedad de pequeñas comunidades aisladas entre sí, de autoconsumo, agrarias, donde no hay separación entre trabajo manual e intelectual. La pregunta es, en efecto, si dados los avances de la división del trabajo y el desarrollo tecnológico globalizante, es posible pensar en un modelo de este tipo. Yo creo que no hay marcha atrás en las conexiones transnacionales y transculturales, y que la tecnología ha sido apropiada a tal punto por las personas que ni la más profunda revolución podrá desconectar las sociedades entre sí.
Entonces hay dos elementos sustantivos: 1) las formas de autoridad colectiva son intrínsecas a las sociedades, y 2) hay una interconexión tecnológica y social (asimétrica e injusta) profunda entre las personas y grupos, que no dará marcha atrás. Así pues, habrá que asumir que las instituciones de autoridad expropian poder a la gente y restan autonomía (las juntas de autogobierno lo hacen también). Y con aquellas certezas incómodas debemos pensar un proyecto de autoridad colectiva que respete la autonomía y la horizontalidad, que haga parte de su estructura la diversidad, que concilie redistribución y reconocimiento. ¿Es el Estado-nación una institución que lo permite? Los zapatistas creen que no. Los movimientos indígenas ecuatoriano y boliviano, con su apuesta por la plurinacionalidad creen que sí, aunque con reformas drásticas de por medio. ¿Cómo vemos nosotros este asunto?
Se trata de un tema más relevante de lo que aparenta. Las revoluciones socialistas que lograron apropiarse del Estado no lograron extinguirlo y, en nombre de la utopía que habría de alcanzarse luego de la transición de la dictadura del proletariado, se legitimaron totalitarismos, autoritarismos, represión y genocidio. Lo que habían logrado fue eliminar las clases sociales fundamentadas en el capitalismo, pero crearon un nuevo eje de estratificación a partir del Estado, que se apropio de los medios de producción y dio nacimiento a una genuina clase burocrática, dominante y hegemónica. La redistribución revolucionaria que significó desterrar al capitalismo de la economía, no logró extirpar la ambición y el utilitarismo de las relaciones sociales que daban la vitalidad a ese capitalismo. Ambos, ambición y utiliarismo, se reprodujeron a partir de las estructuras de poder de la burocracia estatal, de partido único.
Aquella degeneración seguramente fue difícil de prever porque no se planteó como una necesidad el vivir en la práctica las máximas de relacionamiento social que prescribían las utopías. Se buscó tomar el poder y no construirlo, se buscó el mundo ideal sin buscar construirlo en el camino; y ello debe ser un trabajo colectivo, para evitar vanguardias que exigen cuotas de sacrificio por un ideal que consideran el único verdadero porque todo lo demás "es ilusión. Tenemos un reto teórico y práctico por delante.
Palabras finales
He buscado hacer un análisis frío y desenfadado, pero no puedo ocultar mi entusiasmo con la apertura de este debate y con la iniciativa que plantea Sur de abrir el diálogo y generar vínculos orgánicos de unidad entre nuestras organizaciones. Y se trata de una tarea imprescindible y urgente. La coyuntura así lo amerita. Si bien el debate teórico es necesario, se requieren respuestas prácticas, acción. Es una tensión necesaria. Abramos el debate pues, y movámonos rápido hacia la organización. Organicemos los pre-encuentros, convoquemos a las organizaciones con los criterios que hasta ahora manejamos y vayamos diseñando metodologías adecuadas para una articulación horizontal de autonomías y diversidades. Nuestros mecanismos deben combatir al sistema social en todas sus dimensiones y en todo momento.
4 de septiembre
IZQUIERDA DE AUTONOMÍAS
Reflexiones en torno al concepto de autonomía en el documento de SUR
y en el aporte del compañero Álvaro Campana
Omar Cavero – Acción Crítica[1]
El documento "Criterios para la unidad de la izquierda autónoma" elaborado por el Colectivo SUR, abre un debate necesario. Entre las organizaciones que se reconocen de izquierda hay una serie de sentidos comunes que han trazado líneas divisorias entre lo tradicional y lo nuevo; entre partidos y colectivos; entre viejas prácticas y formas renovadas de hacer política; etc. Pero ha habido pocos intentos por explicitar aquellas diferencias y ensayar definiciones. El documento de SUR es una apuesta por entrar directamente al tema, y plantear posibilidades de acción y unidad.
A continuación planteo algunas observaciones. Me centraré en aspectos teóricos que me parece necesario enfrentar y buscaré hacerlo de la manera más fría y objetiva, algo que considero necesario al momento del análisis. Desde ya manifiesto mi adhesión al fondo del documento de SUR. Veamos.
La autonomía
Un aspecto clave en la definición de izquierda autónoma es, evidentemente, la noción de autonomía. Figura en las características y en el nombre de la tendencia. Sin embargo, su definición aparece aún incompleta. Desde una lectura rápida puede entenderse que la autonomía (que en tanto tal, alude a autonomía frente a algo) radica en el carácter no partidarizado.
Si fuera ese el sentido de la palabra, se trataría de una etiqueta en negativo que, si buscase definir la esencia de una forma de práctica de izquierda, estaría negando a los partidos como forma legítima de organización política; o, en todo caso, estaría apostando por una forma de organización política que no sea partidaria. Por supuesto, se trata de una etiqueta y ella no debe sobreponerse al contenido que busca englobar. Sin embargo, aquel contenido no termina de estar claro; aunque, valga resaltarlo, concuerdo con la gran mayoría de ideas vertidas y comparto el entusiasmo por generar vínculos orgánicos de unidad.
Quiero centrarme en la noción de autonomía y básicamente en su nivel organizativo. Yo percibo que las nociones de autonomía y horizontalidad van ligadas de una manera más profunda, y -aun de no existir partidos de los cuales deslindar- podrían significar una particularidad dentro de las tendencias de izquierda. Lo que entiendo es que autonomía y horizontalidad son los dos principios de base que construirían un modelo de cambio social y de organización política en el que las organizaciones no crecerían engullendo a otras e imponiendo su vanguardia, sino articulando espacios autónomos de decisión en los que se garantice democracia participativa y, por lo tanto, legitimidad en las decisiones.
Aquello es justamente algo que no concibió el modelo leninista de partido, en el que las organizaciones poseen estructura piramidal-burocrática que, indefectiblemente -por más socialista que se sea-, acaban por concentrar el poder en el criterio de unos pocos, que pretenden vanamente tomar decisiones en nombre de las mayorías, consultándoles a través de plenarios escasos y manejados, y votaciones esporádicas. Las taras de la democracia representativa, también se repiten en los partidos de izquierda que se pretenden democráticos, y ni hablar de las derechas.
Ahora volvamos a lo de autonomía y horizontalidad, y agreguemos algo que también está en el documento: "la diferencia y la diversidad como poderosas armas de lucha". Ahí radica una particularidad de importancia vital, y que corresponde a esta época. Las luchas emancipatorias ya no son únicamente por la redistribución transformadora (léase revolución) en el plano sociopolítico, sino que ahora hay una serie de luchas importantes por el reconocimiento, por la defensa y la reivindicación de la particularidad (que también son revolucionarias). Aquí se ubicarían desde el movimiento indígena hasta el movimiento de género y el de la reivindicación racial. Se trata de dos direcciones de lucha que debemos apuntar a conciliar, filosóficamente, programáticamente y organizativamente. No es posible lograr redistribución sin reconocimiento, ni reconocimiento sin redistribución. Un principio interesante de consenso, que es necesario desagregar en prácticas concretas, es lo que Boaventura llama "el metaderecho a tener derechos". Pero es un debate más largo de lo que los fines de este texto me permiten.
¿Qué tiene que ver todo ello con la izquierda autónoma? Concretamente, la izquierda autónoma debe evitar caer en el error de imponer una visión particular a otras organizaciones, cuyas experiencias de lucha se construyen desde contextos particulares y en ocasiones hasta ininteligibles entre sí. Aquella apuesta por conciliación e inteligibilidad dentro de las diversidades debe traducirse en el diseño organizativo.
Si asumimos ese reto, una organización de la izquierda autónoma que creciera exitosamente, no debería apuntar a ser un gran pulpo de cabeza piramidal, porque caería en las taras que se critican a los partidos. Si no se afronta esta tarea, el imperativo valioso de construir la utopía revolucionaria desde la práctica y no esperando un momento privilegiado de toma de poder; se perdería.
Por el momento no hay mayor problema porque somos organizaciones pequeñas, donde los lazos de confianza permiten una vivencia interior medianamente armónica y una práctica política horizontal. ¿Pero y si creciéramos? ¿Y si lográramos una articulación nacional, un Bloque político y un programa? ¿Es que acaso existe una identidad irremediable entre verticalismo, autoritarismo y burocratismo; y organización política grande (dicho vagamente)? Si nos planteamos una articulación mayor, urge enfrentar el diseño de una organización contundente que sea más que una coordinadora o frente, pero que no caiga en los errores de la organización partidaria.
Izquierda de autonomías
Hasta aquí entonces, lo que busco es aportar en problematizar cómo la autonomía, la horizontalidad y la diversidad, podrían construir la particularidad de una izquierda renovada, que reflexiona críticamente desde su tradición pero que busca superar sus taras menos percibidas oficialmente, y por ello sus taras más profundas. Y justamente esta superación debe evitar caer en vacua retórica que busque legitimar perversamente las mismas prácticas desde discursos que supuestamente las critican. Aquello sucede con las infinitas autocríticas al sectarismo en boca de viejos dirigentes que minutos después abundan en actitudes sectarias.
Desde organizaciones pequeñas es más fácil vivir una democracia plena, que respete diversidad y horizontalidad. Pero cuando se crece y se entra de lleno a la coyuntura, el dinamismo de la actividad política obliga a respuestas rápidas. Esa necesidad de rapidez y efectividad conlleva una tendencia a la concentración de poder, a la pérdida de horizontalidad, a la simplificación y al olvido de la diversidad. La izquierda autónoma, si plantea una articulación nacional orgánicamente consistente, debe prever un diseño organizacional que permita respuestas rápidas a la coyuntura que no impliquen el sacrificio de la democracia real.
Sigamos la pista que nos abre la noción de autonomía, pero no la entendamos en negación a los partidos, sino como la esencia orgánica de la articulación entre espacios diversos. Pequeños espacios autónomos que garanticen la democracia directa interna, y que se federen entre sí en plataformas de lucha más amplias, quizás sean una forma de ir aterrizando el tema. Entendida así la autonomía, a lo mejor debamos ser, más que una izquierda autónoma, una "izquierda de autonomías". Claro, el debate está abierto y las ideas que aquí planteo lo último que buscan es ser concluyentes.
Sobre el aporte de Álvaro Campana respecto a la noción de autonomía
Los aportes del compañero son importantes. Ahora quiero centrarme sólo en la noción de autonomía. Su documento dice lo siguiente:
Justamente, uno de los aportes de la izquierda autónoma es la crítica a esta lógica que reproduce la dominación, y recordando que el Estado la reifica y sigue siendo expresión de la expropiación del poder a la gente, y retomar la idea de la socialización, sobre la base de la recuperación por parte de la sociedad de la producción de la economía, de la cultura, del ejercicio de la autoridad, de la producción de lo normativo, esta es la idea de la autonomía.
Aquí se aborda a la autonomía en un sentido más amplio que el meramente organizativo, que fue la dimensión a la que me circunscribí en mis reflexiones anteriores. La autonomía es entendida, en la cita, como la superación de toda dominación, la recuperación por parte de la sociedad de sus relaciones sociales y su producción en todas las dimensiones (autoridad/trabajo/cultura/sexo). Aquella recuperación se manifestaría en autogobierno, autogestión; en fin, en autonomía.
Pero si problematizamos el acercamiento surge la siguiente pregunta: ¿quién es la sociedad? Y no lo quiero llevar a un debate que busque definir qué entendemos por pueblo o por "lo popular" (debate necesario, a mi parecer). Quiero llevar el tema a algo más simple: todas las sociedades tienen formas de autoridad colectiva, y, por definición, toda forma de autoridad colectiva implica dominación. Aquella dominación es la que hay que entender en su profundidad para saber qué es lo que específicamente combatimos de ella. Cuando se dice "el Estado reifica y sigue siendo expresión de la expropiación del poder a la gente", ¿se está pensando en una sociedad sin formas de autoridad colectiva? Toda institución de poder público tiene, por lo menos, la tendencia a la reificación del poder, porque se trata de una institución: cristaliza en roles y normas diferenciadas y diferenciables, las relaciones sociales -que son relaciones de poder, hasta en el socialismo mejor realizado.
¿Es posible pensar sociedades complejas, relacionadas entre sí extensamente y con una división del trabajo avanzada, que puedan sostenerse sin instituciones de autoridad? Esa es una pregunta que no siento que hayan logrado contestar comunistas ni anarquistas. Ambos quieren la extinción del Estado, y no sólo del Estado burgués, sino del Estado, porque es concebido como mecanismo de dominación per se, creado como tal para ese fin. Pero la utopía que construyen presenta una sociedad de pequeñas comunidades aisladas entre sí, de autoconsumo, agrarias, donde no hay separación entre trabajo manual e intelectual. La pregunta es, en efecto, si dados los avances de la división del trabajo y el desarrollo tecnológico globalizante, es posible pensar en un modelo de este tipo. Yo creo que no hay marcha atrás en las conexiones transnacionales y transculturales, y que la tecnología ha sido apropiada a tal punto por las personas que ni la más profunda revolución podrá desconectar las sociedades entre sí.
Entonces hay dos elementos sustantivos: 1) las formas de autoridad colectiva son intrínsecas a las sociedades, y 2) hay una interconexión tecnológica y social (asimétrica e injusta) profunda entre las personas y grupos, que no dará marcha atrás. Así pues, habrá que asumir que las instituciones de autoridad expropian poder a la gente y restan autonomía (las juntas de autogobierno lo hacen también). Y con aquellas certezas incómodas debemos pensar un proyecto de autoridad colectiva que respete la autonomía y la horizontalidad, que haga parte de su estructura la diversidad, que concilie redistribución y reconocimiento. ¿Es el Estado-nación una institución que lo permite? Los zapatistas creen que no. Los movimientos indígenas ecuatoriano y boliviano, con su apuesta por la plurinacionalidad creen que sí, aunque con reformas drásticas de por medio. ¿Cómo vemos nosotros este asunto?
Se trata de un tema más relevante de lo que aparenta. Las revoluciones socialistas que lograron apropiarse del Estado no lograron extinguirlo y, en nombre de la utopía que habría de alcanzarse luego de la transición de la dictadura del proletariado, se legitimaron totalitarismos, autoritarismos, represión y genocidio. Lo que habían logrado fue eliminar las clases sociales fundamentadas en el capitalismo, pero crearon un nuevo eje de estratificación a partir del Estado, que se apropio de los medios de producción y dio nacimiento a una genuina clase burocrática, dominante y hegemónica. La redistribución revolucionaria que significó desterrar al capitalismo de la economía, no logró extirpar la ambición y el utilitarismo de las relaciones sociales que daban la vitalidad a ese capitalismo. Ambos, ambición y utiliarismo, se reprodujeron a partir de las estructuras de poder de la burocracia estatal, de partido único.
Aquella degeneración seguramente fue difícil de prever porque no se planteó como una necesidad el vivir en la práctica las máximas de relacionamiento social que prescribían las utopías. Se buscó tomar el poder y no construirlo, se buscó el mundo ideal sin buscar construirlo en el camino; y ello debe ser un trabajo colectivo, para evitar vanguardias que exigen cuotas de sacrificio por un ideal que consideran el único verdadero porque todo lo demás "es ilusión. Tenemos un reto teórico y práctico por delante.
Palabras finales
He buscado hacer un análisis frío y desenfadado, pero no puedo ocultar mi entusiasmo con la apertura de este debate y con la iniciativa que plantea Sur de abrir el diálogo y generar vínculos orgánicos de unidad entre nuestras organizaciones. Y se trata de una tarea imprescindible y urgente. La coyuntura así lo amerita. Si bien el debate teórico es necesario, se requieren respuestas prácticas, acción. Es una tensión necesaria. Abramos el debate pues, y movámonos rápido hacia la organización. Organicemos los pre-encuentros, convoquemos a las organizaciones con los criterios que hasta ahora manejamos y vayamos diseñando metodologías adecuadas para una articulación horizontal de autonomías y diversidades. Nuestros mecanismos deben combatir al sistema social en todas sus dimensiones y en todo momento.
4 de septiembre
Etiquetas:
Debate político,
Izquierda Autónoma
DEBATE SOBRE LA IZQUIERDA AUTÓNOMA EN EL PERÚ
APUNTES PARA LA DISCUSIÓN SOBRE LA IZQUIERDA AUTÓNOMA Y EL DOCUMENTO PROPUESTO POR SUR
Compas:
Retomando la propuesta de los compañeros del Colectivo Sur de debatir las posibilidades para la construcción de la unidad de una izquierda autónoma en el Perú, con la urgencia que amerita tal tarea, me atrevo a plantear algunas ideas para contribuir a este propósito. Les envío también un documento de Antonio Negri denominado "Contra el Pensamiento débil de la organización" y el documento enviado "Criterios para la unidad de la izquierda autónoma" que es el documento propuestto para la discusión.
Ahi van mis comentarios que no agotan mis puntos de vista pero creo necesario empezar a plantear:
SOBRE LA NECESIDAD DE UN REFERENTE NACIONAL DE IZQUIERDA AUTÓNOMA
Los compañeros de SUR proponen las siguientes características para definir a la izquierda autónoma: a) no partidarizados, b)acción política más allá del espectro político planteado por el liberalismo c) renovación de los discursos y prácticas emancipatorias que desde las bases no reproduzcan y combatan en su seno y en la sociedad las relaciones de dominación. d) cuestionamiento a las formas de organización jerarquizadas, vanguardistas agrego yo y burocratizadas proponiendo la horizontalidad como herramienta, y la autonomía se define fundamentalmente en la situación de la autonomía de las organizaciones, con diversos y creativos estilos e) No se moviliza bajo doctrinas rígidas y estáticas sino que actúa en función de principios y valores claros, además de afirmarse en la diversidad
yo agregaría lo siguiente a estas primeros elementos para su definición:
- La crítica a la representación política, como crítica justamente a los límites que impone la política liberal, el sistema político que expropia el ejercicio del poder mismo a la gente y que pone justamente el énfasis de la acción política en la praxis del propio pueblo. Es lo que algunos han llamdo la "expresión" que se puede dar de diversas formas, es lo que algunos compañeros reconocen en los movimientos sociales como "prácticas prefigurativas" es decir la construcción en todas las ésferas de la vida de nuevas relaciones sociales en las dimensiones: autoridad/trabajo/cultura/sexo, tanto en lo macro como en lo micro, es decir no sólo en la "base" sino en todos los ámbitos y a diversas escalas, le podríamos llamar global y radical (entendido esto último por partor de este cuestionamiento desde el lugar mismo en que se constituyen los lazos sociales).
Esta discusión dentro de la izquierda autónoma está como de vuelta de una apuesta desde lo micro, pero que ahora apunta a lo macro y reconoce todos los ámbitos, incluidos los de la representación política, o el Estado (pero después de la crítica planteada) como espacios de disputa, mas no los espacios privilegiados como se consideraba antes, haciendo justamente que la acción política se reduzca solamente a la lógica electoral liberal burguesa.
Debemos agregar en este punto la separación radical que se plantea entre lo “social” y lo “político” que es algo a discutir, no sólo por la crisis de los partidos que se inscribe en la crisis de la representación, sino por el protagonismo de diversas formas de organización entre ellas la de los movimientos sociales. Aquí es necesario desarrollar un mayor debate.
- Crítica a la idea del poder como cosa: Esta concepción llevó a identificar el poder en el Estado o en los espacios institucionales, entendiendo la transformación del poder como la "toma" del mismo, como una cosa. Marx hablaba del caracter relacional de la realidad, cosa que se olvidó. Lenin, Gramsci hablaban de relaciones de fuerzas y construcción de hegemonía, entendiendo el poder como capacidad, fuerza, potencia, y relación. En este sentido la idea de construir otra forma de poder, de manera radical implica cambiar las relaciones sociales combatiendo el poder como dominación en los diversos ámbitos, en las diversas esferas y a diversas escalas, y construyendo a todo nivel formas de democracia sustantiva. Esto me lleva plantear: más que “voluntad de poder”, necesitamos “voluntad de poderío”; más que tomar el poder, es construir poder.
- Crítica al estadocentrismo: Una de las características de los viejos programas fue justamente la “toma del poder”, del Estado; por otra parte el programa implicaba la estatización y nacionalización, es decir el control del Estado en todos los ámbitos. Hoy vivimos lo contrario la privatización de todo, sometiéndolo a la lógica del mercado. ¿Se trata de volver hoy al estatalismo? Justamente, uno de los aportes de la izquierda autónoma es la crítica a esta lógica que reproduce la dominación, y recordando que el Estado la reifica y sigue siendo expresión de la expropiación del poder a la gente, y retomar la idea de la socialización, sobre la base de la recuperación por parte de la sociedad de la producción de la economía, de la cultura, del ejercicio de la autoridad, de la producción de lo normativo, esta es la idea de la autonomía.
A esto podemos sumar las transformaciones de los espacios institucionales producto de la contraofensiva del capital contra los proyectos populares, y que ha transformado el papel de los Estados nacionales, tomando gran énfasis las dimensiones locales, regionales y globales. Perder de vista esta realidad para la construcción de alternativas emancipatorias es no estar parado en la realidad. Los Estados en este sentido son más que nunca maquinarias disciplinadoras que se hallan constreñidas por un orden global imperial e imperialista, que se desenvuelve bajo la lógica de la “razón de estado”, que no necesariamente es la “razón revolucionaria”, y que muchas veces son un punto de impotencia llegando a esta idea de que una cosa es fuera del Estado y otra dentro. Aquí, en este sentido, la crítica debe continuarse y radicalizarse.
Pero, por otra parte, el reconocimiento de que la dimensión nacional es fundamental para las estrategias emancipatorias y es también una necesidad. En nuestros países estamos viviendo procesos de transformación a esta escala que no se pueden desconocer, pero que a todas luces asumen dimensiones que van más allá del clásico internacionalismo, y asumen dinámicas que trascienden los espacios nacionales en sus estrategias y en la territorialización de sus propuestas.
Boaventura de Sousa plantea que el Estado es una red más en disputa, en su idea del Estado como movimiento social, yendo más allá de la concepción que lo cosifica; además, nos parece fundamental la idea de que la izquierda autónoma establece una estrategia contra el estado, en el estado y más allá del estado.
-La construcción del poder popular es lo estratégico: La crisis de la izquierda se debió al énfasis que se pudo en la idea de igualdad, subestimando el ejercicio del poder por parte del pueblo mismo, construyendo experiencias a todas luces autoritarias y aún más totalitarias justificadas en la sobrevivencia de la revolución o poniendo por delante la redistribución de la riqueza.
Además de ello, se planteaba –en consecuencia con la concepción del poder como cosa- que lo estratégico era la toma del poder, privilegiando para ello la estrategia armada o electoral considerada una revolucionaria (¿?) o reformista (¿?). Esto fue muy importante en una izquierda ideologizada y sectaria como la peruana. Ambas en realidad eran métodos, caminos, que no implicaban necesariamente lo estratégico.
En suma: lo estratégico es la construcción del poder popular, del ejercicio concreto del autogobierno, la autogestión, la autonomía que se expresa en diversos ámbitos y se extiende en dimensión conquistando espacios territoriales cada vez más amplios. Los medios, son finalmente herramientas orientadas a este fin, que lo deben prefigurar y que responden a contextos y situaciones concretas. En este sentido la lucha en espacios institucionales o sociales, por medios legales, a-legales o ilegales no tienen porque no ser parte de la estrategia revolucionaria en la medida en que contribuyan a la expansión del poder popular.
El poder popular, es la expresión autónoma del poder del pueblo, el poder constituyente que transforma la realidad y produce la historia, expresión de la libertad misma; la organización política debe ser el acompañante de este proceso; lo institucional (que no es sólo el estado) es la forma cristalizada de la correlación de fuerzas, el poder constituido que debe ser permanentemente cuestionado y transformado por el poder constituyente.
Sobre su necesidad en el actual contexto político
Es permanecer en el pasado considerar que la izquierda o puede ser marxista leninista o socialdemócrata. La crítica a estos dos polos de una izquierda que como dice Wallerstein fueron parte de la política liberal son evidenciadas en la crítica de la izquierda autónoma. En el Perú, como lo expresa el documento, existe la necesidad de superar estas concepciones, lo que no significa caer otra vez en el debate ideologizado o de la nueva verdad revelada, excluyendo otras miradas, prácticas o lecturas de la realidad. En el Perú, es necesaria la tarea de construir una mayoría política político-social-cultural popular, un bloque popular para lo que es necesaria la unidad entra las expresiones político-partidarias, los movimientos sociales y otras formas de organización y experiencias. Si bien es cierto para las expresiones político partidarias lo central es la lógica electoral, debemos reconocer que como en el conjunto de países del continente las elecciones del 2011 pueden ser un momento de inflexión política al que la izquierda autónoma no debe ser ajena. Sin embargo, es importante que es justamente la tarea de la izquierda autónoma trabajar en los aspectos estratégicos, garantizarlos lo que implica disputar dentro del bloque político-social- cultural una tendencia que tiene como fundamental la construcción del poder popular y que subordina los otros métodos y dinámicas al mismo.
En conclusión, la izquierda autónoma debe constituir una corriente nacional, que se articula a otras experiencias internacionales, así como articula sobre la base de la autonomía y la horizontalidad a sus diversas expresiones pero que construye orientaciones generales compartidas. Esta corriente debe disputar sus orientaciones dentro del espectro mayor al que hemos aludido generando coordinaciones (tácticas) y articulaciones (programáticas o estratégicas). La coordinadora político social, la asamblea de los pueblos, los foros sociales, y otras formas de coordinación y articulación no pueden ser desdeñadas; sin embargo se plantea la necesidad de tener una fuerza propia, un programa propio, una organización que apunta a la construcción del poder popular.
Necesitamos a todas luces, los que queremos mantener las exigencias revolucionarias y construir un proyecto revolucionario acorde a los retos que nos plantea la nueva escena contemporánea una izquierda autónoma a nivel nacional.
Las tareas fundamentales, sin embargo, son la construcción, con expresiones territoriales de experiencias de poder poder popular con expresiones autónomas y también institucionales; acompañar los procesos de fortalecimiento y crecimiento de los movimientos sociales prefigurativos, y contribuir a la construcción de esta mayoría social y política que pueda disputar también el rumbo del estado. Cuando los compañeros de SUR constatan que a pesar de la beligerancia y carácter confrontacional de los paros, de las protestas populares no logramos cuestionar profundamente el actual orden neoliberal, nos muestran la necesidad de construir una correlación de fuerzas que es material, que no sólo se mueve y se configura en las representaciones políticas o en la gestión institucional.
Para ello, es obvio, necesitamos organización, necesitamos compañeros que puedan llevar adelante estas tareas. De ahí que sea necesario discutir la necesidad de la organización política, su vinculación con el Estado, los movimientos sociales, los partidos como lo plantean los compañeros y la construcción y expresión concreta, territorial del poder popular.
SOBRE LOS CRITERIOS PARA LA UNIDAD DE LA IZQUIERDA AUTÓNOMA
a) Identidad y memoria:
- Estoy de acuerdo en general en lo propuesto por los compañeros, debemos asumirnos como continuidad pero también como ruptura, recoger como nuestros los aciertos y los errores de la izquierda, es parte de nuestra historia. Y creo que efectivamente necesitamos un debate serio de lo que implicó el conflicto interno, que coincidente con el descalabro de los socialismos burocráticos, fue la base de la imposición armada del neoliberalismo en el Perú, y la derrota del movimiento popular de la que progresivamente nos venimos recuperando.
- Pero a la vez que recogemos la mística de la vieja izquierda que es parte de nuestra historia, debemos reivindicar también los aspectos y experiencias libertarias de esa historia. Desde Mariátegui hasta otras experiencias que pusieron por delante el autogobierno, la democracia directa. De la misma manera asumir el pensamiento crítico emancipatorio elaborado en las últimas décadas por el cual asumimos la idea de la autonomía individual y colectiva, el poder popular como componente fundamental de nuestra identidad.
- Me parece por otra parte reconocer la diversidad de corrientes que alimentan nuestra tradición libertaria en algunos de sus aspectos y con sus respectivas críticas: i. la diversidad cultural, y la reivindicación de los pueblos originarios, la cosmovisión que los sustenta y que tienen mucho para aportar en un proyecto que tiene aspectos de alcance civilizatorio. ii. La teología de la liberación, iii. El latinoamericanismo nacionalista, antimperialista y revolucionario, iii. el marxismo latinoamericano y la filosofía de la liberación latinoamericana, iii. el internacionalismo y la luchas alterglobalizadoras, etc. A estas se pueden sumar las nuevas corrientes críticas como el ecologismo, la diversidad sexual, la contracultura, el movimiento antimilitarista y pacifista, el feminismo, etc.
b) Identidad y principios:
- Distinguir dispersión y fragmentación, de diversidad y multiplicidad. Estas últimas son dinámicas afirmativas que expresan la vida, las anteriores representan la muerte, el capitalismo. Nuestra identidad debe recoger el carácter de lo múltiple y los puntos de unidad deben tomarse del diálogo y traducción intercultural de las luchas y los movimientos.
- En este sentido, mas que una ideología debe articularnos un horizonte que se exprese en un ideario; en la articulación programática; y en las luchas concretas que nos deben permitir avanzar desde articulaciones estratégicas hasta coordinaciones tácticas.
- Por lo demás estoy completamente de acuerdo con lo planteado por los compañeros.
c) La relación con los movimientos sociales:
- Como ya lo hemos mencionado, los movimientos sociales son más que “las bases”, estos tienen su autonomía, lo que no significa que no se imbrique su destino con las organizaciones políticas. Es más, toda articulación debe sumar a las organizaciones sociales en estas condiciones y todo proyecto de mayorías debe pensarse en un bloque horizontal político-social-cultural. La organización política se articula y fortalece sus dinámicas de diversas maneras: a través de la prensa, la capacitación, el acompañamiento en las luchas, la efectivización del poder popular concreto.
d) La relación con el Estado: Resumimos esto en la idea de: “contra el estado, en el estado y más allá del estado”.
e) Dinámicas y articulación: De acuerdo en la necesidad de empezar a construir horizontes compartidos y madurar encuentros, articulaciones, tareas y campañas que nos permitan construir la unidad desde nuestras prácticas concretas. De acuerdo con propiciar encuentros a diversos niveles y el encuentro nacional propuesto por los compañeros. Asumir la tarea de la Asamblea Nacional de los Pueblos. Pero propongo otras cosas más:
- Articular un medio de comunicación, aunque sea virtual que puede ser un blog que nos permita debatir.
- Desarrollar dinámicas de interaprendizaje político con los movimientos y dentro del propio espacio político en construcción, promover la investigación acción, la educación popular, la comunicación alternativa y la organización. Cátedras, escuelas, talleres
- Desarrollar campañas conjuntas de alcance nacional, desde nuestros propios espacios.
- Profundizar y fortalecer nuestros trabajo en la perspectiva de la construcción del poder popular.
- Propiciar espacios de articulación y coordinación política.
Final: espero compas que alimentemos este debate, un saludo a todos y a organizar la indignación, sin organización y lucha no hay posibilidades de emancipación, como decía el tío Gramsci: “Instrúyanse, porque necesitaremos toda nuestra inteligencia. Conmuévanse, porque necesitaremos todo nuestro entusiasmo. Organícense, porque necesitaremos de toda nuestra fuerza”
13 de agosto de 2008 14:54
Compas:
Retomando la propuesta de los compañeros del Colectivo Sur de debatir las posibilidades para la construcción de la unidad de una izquierda autónoma en el Perú, con la urgencia que amerita tal tarea, me atrevo a plantear algunas ideas para contribuir a este propósito. Les envío también un documento de Antonio Negri denominado "Contra el Pensamiento débil de la organización" y el documento enviado "Criterios para la unidad de la izquierda autónoma" que es el documento propuestto para la discusión.
Ahi van mis comentarios que no agotan mis puntos de vista pero creo necesario empezar a plantear:
SOBRE LA NECESIDAD DE UN REFERENTE NACIONAL DE IZQUIERDA AUTÓNOMA
Los compañeros de SUR proponen las siguientes características para definir a la izquierda autónoma: a) no partidarizados, b)acción política más allá del espectro político planteado por el liberalismo c) renovación de los discursos y prácticas emancipatorias que desde las bases no reproduzcan y combatan en su seno y en la sociedad las relaciones de dominación. d) cuestionamiento a las formas de organización jerarquizadas, vanguardistas agrego yo y burocratizadas proponiendo la horizontalidad como herramienta, y la autonomía se define fundamentalmente en la situación de la autonomía de las organizaciones, con diversos y creativos estilos e) No se moviliza bajo doctrinas rígidas y estáticas sino que actúa en función de principios y valores claros, además de afirmarse en la diversidad
yo agregaría lo siguiente a estas primeros elementos para su definición:
- La crítica a la representación política, como crítica justamente a los límites que impone la política liberal, el sistema político que expropia el ejercicio del poder mismo a la gente y que pone justamente el énfasis de la acción política en la praxis del propio pueblo. Es lo que algunos han llamdo la "expresión" que se puede dar de diversas formas, es lo que algunos compañeros reconocen en los movimientos sociales como "prácticas prefigurativas" es decir la construcción en todas las ésferas de la vida de nuevas relaciones sociales en las dimensiones: autoridad/trabajo/cultura/sexo, tanto en lo macro como en lo micro, es decir no sólo en la "base" sino en todos los ámbitos y a diversas escalas, le podríamos llamar global y radical (entendido esto último por partor de este cuestionamiento desde el lugar mismo en que se constituyen los lazos sociales).
Esta discusión dentro de la izquierda autónoma está como de vuelta de una apuesta desde lo micro, pero que ahora apunta a lo macro y reconoce todos los ámbitos, incluidos los de la representación política, o el Estado (pero después de la crítica planteada) como espacios de disputa, mas no los espacios privilegiados como se consideraba antes, haciendo justamente que la acción política se reduzca solamente a la lógica electoral liberal burguesa.
Debemos agregar en este punto la separación radical que se plantea entre lo “social” y lo “político” que es algo a discutir, no sólo por la crisis de los partidos que se inscribe en la crisis de la representación, sino por el protagonismo de diversas formas de organización entre ellas la de los movimientos sociales. Aquí es necesario desarrollar un mayor debate.
- Crítica a la idea del poder como cosa: Esta concepción llevó a identificar el poder en el Estado o en los espacios institucionales, entendiendo la transformación del poder como la "toma" del mismo, como una cosa. Marx hablaba del caracter relacional de la realidad, cosa que se olvidó. Lenin, Gramsci hablaban de relaciones de fuerzas y construcción de hegemonía, entendiendo el poder como capacidad, fuerza, potencia, y relación. En este sentido la idea de construir otra forma de poder, de manera radical implica cambiar las relaciones sociales combatiendo el poder como dominación en los diversos ámbitos, en las diversas esferas y a diversas escalas, y construyendo a todo nivel formas de democracia sustantiva. Esto me lleva plantear: más que “voluntad de poder”, necesitamos “voluntad de poderío”; más que tomar el poder, es construir poder.
- Crítica al estadocentrismo: Una de las características de los viejos programas fue justamente la “toma del poder”, del Estado; por otra parte el programa implicaba la estatización y nacionalización, es decir el control del Estado en todos los ámbitos. Hoy vivimos lo contrario la privatización de todo, sometiéndolo a la lógica del mercado. ¿Se trata de volver hoy al estatalismo? Justamente, uno de los aportes de la izquierda autónoma es la crítica a esta lógica que reproduce la dominación, y recordando que el Estado la reifica y sigue siendo expresión de la expropiación del poder a la gente, y retomar la idea de la socialización, sobre la base de la recuperación por parte de la sociedad de la producción de la economía, de la cultura, del ejercicio de la autoridad, de la producción de lo normativo, esta es la idea de la autonomía.
A esto podemos sumar las transformaciones de los espacios institucionales producto de la contraofensiva del capital contra los proyectos populares, y que ha transformado el papel de los Estados nacionales, tomando gran énfasis las dimensiones locales, regionales y globales. Perder de vista esta realidad para la construcción de alternativas emancipatorias es no estar parado en la realidad. Los Estados en este sentido son más que nunca maquinarias disciplinadoras que se hallan constreñidas por un orden global imperial e imperialista, que se desenvuelve bajo la lógica de la “razón de estado”, que no necesariamente es la “razón revolucionaria”, y que muchas veces son un punto de impotencia llegando a esta idea de que una cosa es fuera del Estado y otra dentro. Aquí, en este sentido, la crítica debe continuarse y radicalizarse.
Pero, por otra parte, el reconocimiento de que la dimensión nacional es fundamental para las estrategias emancipatorias y es también una necesidad. En nuestros países estamos viviendo procesos de transformación a esta escala que no se pueden desconocer, pero que a todas luces asumen dimensiones que van más allá del clásico internacionalismo, y asumen dinámicas que trascienden los espacios nacionales en sus estrategias y en la territorialización de sus propuestas.
Boaventura de Sousa plantea que el Estado es una red más en disputa, en su idea del Estado como movimiento social, yendo más allá de la concepción que lo cosifica; además, nos parece fundamental la idea de que la izquierda autónoma establece una estrategia contra el estado, en el estado y más allá del estado.
-La construcción del poder popular es lo estratégico: La crisis de la izquierda se debió al énfasis que se pudo en la idea de igualdad, subestimando el ejercicio del poder por parte del pueblo mismo, construyendo experiencias a todas luces autoritarias y aún más totalitarias justificadas en la sobrevivencia de la revolución o poniendo por delante la redistribución de la riqueza.
Además de ello, se planteaba –en consecuencia con la concepción del poder como cosa- que lo estratégico era la toma del poder, privilegiando para ello la estrategia armada o electoral considerada una revolucionaria (¿?) o reformista (¿?). Esto fue muy importante en una izquierda ideologizada y sectaria como la peruana. Ambas en realidad eran métodos, caminos, que no implicaban necesariamente lo estratégico.
En suma: lo estratégico es la construcción del poder popular, del ejercicio concreto del autogobierno, la autogestión, la autonomía que se expresa en diversos ámbitos y se extiende en dimensión conquistando espacios territoriales cada vez más amplios. Los medios, son finalmente herramientas orientadas a este fin, que lo deben prefigurar y que responden a contextos y situaciones concretas. En este sentido la lucha en espacios institucionales o sociales, por medios legales, a-legales o ilegales no tienen porque no ser parte de la estrategia revolucionaria en la medida en que contribuyan a la expansión del poder popular.
El poder popular, es la expresión autónoma del poder del pueblo, el poder constituyente que transforma la realidad y produce la historia, expresión de la libertad misma; la organización política debe ser el acompañante de este proceso; lo institucional (que no es sólo el estado) es la forma cristalizada de la correlación de fuerzas, el poder constituido que debe ser permanentemente cuestionado y transformado por el poder constituyente.
Sobre su necesidad en el actual contexto político
Es permanecer en el pasado considerar que la izquierda o puede ser marxista leninista o socialdemócrata. La crítica a estos dos polos de una izquierda que como dice Wallerstein fueron parte de la política liberal son evidenciadas en la crítica de la izquierda autónoma. En el Perú, como lo expresa el documento, existe la necesidad de superar estas concepciones, lo que no significa caer otra vez en el debate ideologizado o de la nueva verdad revelada, excluyendo otras miradas, prácticas o lecturas de la realidad. En el Perú, es necesaria la tarea de construir una mayoría política político-social-cultural popular, un bloque popular para lo que es necesaria la unidad entra las expresiones político-partidarias, los movimientos sociales y otras formas de organización y experiencias. Si bien es cierto para las expresiones político partidarias lo central es la lógica electoral, debemos reconocer que como en el conjunto de países del continente las elecciones del 2011 pueden ser un momento de inflexión política al que la izquierda autónoma no debe ser ajena. Sin embargo, es importante que es justamente la tarea de la izquierda autónoma trabajar en los aspectos estratégicos, garantizarlos lo que implica disputar dentro del bloque político-social- cultural una tendencia que tiene como fundamental la construcción del poder popular y que subordina los otros métodos y dinámicas al mismo.
En conclusión, la izquierda autónoma debe constituir una corriente nacional, que se articula a otras experiencias internacionales, así como articula sobre la base de la autonomía y la horizontalidad a sus diversas expresiones pero que construye orientaciones generales compartidas. Esta corriente debe disputar sus orientaciones dentro del espectro mayor al que hemos aludido generando coordinaciones (tácticas) y articulaciones (programáticas o estratégicas). La coordinadora político social, la asamblea de los pueblos, los foros sociales, y otras formas de coordinación y articulación no pueden ser desdeñadas; sin embargo se plantea la necesidad de tener una fuerza propia, un programa propio, una organización que apunta a la construcción del poder popular.
Necesitamos a todas luces, los que queremos mantener las exigencias revolucionarias y construir un proyecto revolucionario acorde a los retos que nos plantea la nueva escena contemporánea una izquierda autónoma a nivel nacional.
Las tareas fundamentales, sin embargo, son la construcción, con expresiones territoriales de experiencias de poder poder popular con expresiones autónomas y también institucionales; acompañar los procesos de fortalecimiento y crecimiento de los movimientos sociales prefigurativos, y contribuir a la construcción de esta mayoría social y política que pueda disputar también el rumbo del estado. Cuando los compañeros de SUR constatan que a pesar de la beligerancia y carácter confrontacional de los paros, de las protestas populares no logramos cuestionar profundamente el actual orden neoliberal, nos muestran la necesidad de construir una correlación de fuerzas que es material, que no sólo se mueve y se configura en las representaciones políticas o en la gestión institucional.
Para ello, es obvio, necesitamos organización, necesitamos compañeros que puedan llevar adelante estas tareas. De ahí que sea necesario discutir la necesidad de la organización política, su vinculación con el Estado, los movimientos sociales, los partidos como lo plantean los compañeros y la construcción y expresión concreta, territorial del poder popular.
SOBRE LOS CRITERIOS PARA LA UNIDAD DE LA IZQUIERDA AUTÓNOMA
a) Identidad y memoria:
- Estoy de acuerdo en general en lo propuesto por los compañeros, debemos asumirnos como continuidad pero también como ruptura, recoger como nuestros los aciertos y los errores de la izquierda, es parte de nuestra historia. Y creo que efectivamente necesitamos un debate serio de lo que implicó el conflicto interno, que coincidente con el descalabro de los socialismos burocráticos, fue la base de la imposición armada del neoliberalismo en el Perú, y la derrota del movimiento popular de la que progresivamente nos venimos recuperando.
- Pero a la vez que recogemos la mística de la vieja izquierda que es parte de nuestra historia, debemos reivindicar también los aspectos y experiencias libertarias de esa historia. Desde Mariátegui hasta otras experiencias que pusieron por delante el autogobierno, la democracia directa. De la misma manera asumir el pensamiento crítico emancipatorio elaborado en las últimas décadas por el cual asumimos la idea de la autonomía individual y colectiva, el poder popular como componente fundamental de nuestra identidad.
- Me parece por otra parte reconocer la diversidad de corrientes que alimentan nuestra tradición libertaria en algunos de sus aspectos y con sus respectivas críticas: i. la diversidad cultural, y la reivindicación de los pueblos originarios, la cosmovisión que los sustenta y que tienen mucho para aportar en un proyecto que tiene aspectos de alcance civilizatorio. ii. La teología de la liberación, iii. El latinoamericanismo nacionalista, antimperialista y revolucionario, iii. el marxismo latinoamericano y la filosofía de la liberación latinoamericana, iii. el internacionalismo y la luchas alterglobalizadoras, etc. A estas se pueden sumar las nuevas corrientes críticas como el ecologismo, la diversidad sexual, la contracultura, el movimiento antimilitarista y pacifista, el feminismo, etc.
b) Identidad y principios:
- Distinguir dispersión y fragmentación, de diversidad y multiplicidad. Estas últimas son dinámicas afirmativas que expresan la vida, las anteriores representan la muerte, el capitalismo. Nuestra identidad debe recoger el carácter de lo múltiple y los puntos de unidad deben tomarse del diálogo y traducción intercultural de las luchas y los movimientos.
- En este sentido, mas que una ideología debe articularnos un horizonte que se exprese en un ideario; en la articulación programática; y en las luchas concretas que nos deben permitir avanzar desde articulaciones estratégicas hasta coordinaciones tácticas.
- Por lo demás estoy completamente de acuerdo con lo planteado por los compañeros.
c) La relación con los movimientos sociales:
- Como ya lo hemos mencionado, los movimientos sociales son más que “las bases”, estos tienen su autonomía, lo que no significa que no se imbrique su destino con las organizaciones políticas. Es más, toda articulación debe sumar a las organizaciones sociales en estas condiciones y todo proyecto de mayorías debe pensarse en un bloque horizontal político-social-cultural. La organización política se articula y fortalece sus dinámicas de diversas maneras: a través de la prensa, la capacitación, el acompañamiento en las luchas, la efectivización del poder popular concreto.
d) La relación con el Estado: Resumimos esto en la idea de: “contra el estado, en el estado y más allá del estado”.
e) Dinámicas y articulación: De acuerdo en la necesidad de empezar a construir horizontes compartidos y madurar encuentros, articulaciones, tareas y campañas que nos permitan construir la unidad desde nuestras prácticas concretas. De acuerdo con propiciar encuentros a diversos niveles y el encuentro nacional propuesto por los compañeros. Asumir la tarea de la Asamblea Nacional de los Pueblos. Pero propongo otras cosas más:
- Articular un medio de comunicación, aunque sea virtual que puede ser un blog que nos permita debatir.
- Desarrollar dinámicas de interaprendizaje político con los movimientos y dentro del propio espacio político en construcción, promover la investigación acción, la educación popular, la comunicación alternativa y la organización. Cátedras, escuelas, talleres
- Desarrollar campañas conjuntas de alcance nacional, desde nuestros propios espacios.
- Profundizar y fortalecer nuestros trabajo en la perspectiva de la construcción del poder popular.
- Propiciar espacios de articulación y coordinación política.
Final: espero compas que alimentemos este debate, un saludo a todos y a organizar la indignación, sin organización y lucha no hay posibilidades de emancipación, como decía el tío Gramsci: “Instrúyanse, porque necesitaremos toda nuestra inteligencia. Conmuévanse, porque necesitaremos todo nuestro entusiasmo. Organícense, porque necesitaremos de toda nuestra fuerza”
13 de agosto de 2008 14:54
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Debate político,
Izquierda Autónoma
CRITERIOS SOBRE LA UNIDAD DE LA IZQUIERDA AUTÓNOMA
CRITERIOS SOBRE LA UNIDAD DE LA IZQUIERDA AUTÓNOMA
Documento preliminar de trabajo y debate
1. Sobre la necesidad de un Referente Nacional de la Izquierda Autónoma
La definición más amplia de lo que es la Izquierda Autónoma corresponde a individuos, colectivos y organizaciones políticas no partidarizadas, las cuales conciben y ejercen la acción política en un espectro mucho más amplio que los parámetros prescritos por el liberalismo. Debido a ello, ésta se caracteriza por impulsar la necesaria renovación de discursos y prácticas emancipatorias que combatan –y no reproduzcan en su mismo seno- las relaciones de dominación en todas sus formas. Asimismo, afirma que una verdadera transformación se realizará desde las bases, poniendo así en cuestión la inoperancia y el carácter contradictorio de las organizaciones altamente jerarquizadas y burocratizadas. El carácter de su activismo, a partir de estas concepciones, le permite desenvolverse en diversos espacios y estilos de acción política (desde los espacios de poder de base hasta las luchas contra el patriarcado y el heterosexismo; creando caminos desde la contra-cultura hasta el ecologismo, las organizaciones barriales y estudiantiles; entre otros). Tiene a la horizontalidad como principal referente de organización y rescata la necesidad de la autonomía de las organizaciones. No se moviliza bajo doctrinas rígidas y estáticas – y por lo tanto sectarias- sino que actúa basada en principios y valores claros, viendo a la diferencia y la diversidad como poderosas armas de lucha.
La necesidad de generar una Izquierda Autónoma nace como respuesta a las enormes dificultades discursivas y generacionales con las que la Izquierda tradicional y partidarizada tropieza en su proceso de renovación. La Izquierda Autónoma detecta en ella prácticas sectarias, vanguardistas y caudillistas; un ejercicio endogámico de la política en los gremios y organizaciones sociales que logró cooptar, y en los que se atrincheró como producto del repliegue y debilitamiento que sufrió por más de una década. La Izquierda Autónoma constata la incapacidad de autocrítica de la Izquierda partidarizada, incapacidad que la lleva a reproducir vicios que han sido arrastrados e institucionalizados hasta la época actual, como sacrificar las organizaciones antes que perder los puestos de poder en éstas (en el caso universitario), imponiéndole grandes limitaciones para su rearticulación y para estar a la altura de las circunstancias actuales.
El actual, es un escenario donde las organizaciones sociales han dejado de asumir una posición meramente defensiva, y donde, por el contrario, se está viviendo su fortalecimiento y multiplicación, en respuesta a la creciente conflictividad generada por la profundización de las políticas neoliberales y la agudización de la represión. Sin embargo, toda la efervescencia social carece aún de una representación política formal, donde el proyecto del “nacionalismo” como interlocutor de los sectores populares resulta insuficiente, precario y ambiguo, siendo su triunfo electoral un correlato de la alta conflictividad social más que producto de un trabajo orgánico y sostenido. Asimismo, continúa existiendo una inmensa brecha entre la situación del campo popular en Lima y la costa norte respecto a la del resto del país. Entre otras cosas, la derecha electoral tiene en Lima, más del 70% de los cargos; los paros nacionales -que en el resto del país son acatados por casi la totalidad de las organizaciones- son acatados parcialmente; y la movilización, la organización y la articulación son poco contundentes e influyentes en el escenario local.
El colapso de la vieja Izquierda trajo su abierta fractura y dispersión, las cuales aún no ha logrado superar, repercutiendo en todo el campo popular. A pesar de su renovada influencia social en distintos gremios y organizaciones, no ha logrado establecerse como la interlocutora política y protagónica del campo popular; siendo su fracaso electoral un reflejo claro de su situación actual. Por otro lado, dentro del movimiento social, si bien con alta capacidad de movilización legítima, perduran tensiones y divisiones dentro de éste, alimentadas por la considerable influencia del neosenderismo y el fujimorismo de base (tanto de sus militantes como de sus prácticas), que, dentro de sus lógicas, enfatizan la confrontación directa y a ultranza con el Estado, antes que la acumulación y articulación más amplias y consolidadas. El recurso incuestionable a la violencia antes que la organización.
Dentro de todo este proceso de fortalecimiento del campo popular, el marco de las Elecciones Generales del 2011 será un escenario decisivo y polarizado entre el continuismo neoliberal y la demanda por un cambio de rumbo, en el que tiende a perfilarse una alternativa electoral a partir de la CPS. Dentro de este marco, potencialmente prometedor, la “salida moral” de la abstención resulta una alternativa conservadora y timorata, que no está de por sí a la altura del proceso y de las expectativas del pueblo. Ante ello, se manifiesta la necesidad de construir un espacio político que también atraviese lo electoral, con referentes programáticos en los intereses populares más que en la voluntad de algún caudillo con carisma y arrastre electoral, y de la predisposición natural de las cúpulas partidarias por negociar cupos de poder dentro de la estructura del Estado.
El valor indispensable de la unidad, tanto política como social, está refrendada por nuestra propia experiencia histórica. Sin embargo, una tarea tan urgente y fundamental, no ha de consensuarse simplemente, sino que ha de ser producto de un proceso permanente de construcción, un proceso crítico para que la heterogeneidad del campo popular sea capaz de moverse en una misma dirección. La unidad planteada no se agota en una mera alianza electoral ni en la convergencia en una movilización, sino en construir un bloque político capaz de impulsar las transformaciones políticas que en cada etapa sean necesarias y posibles. La dispersión política y geográfica –es decir de estructuras nacionales o siquiera macrorregionales- de la Izquierda Autónoma nos condena a un papel de espectadores o, en el mejor de los casos, marginal frente al protagonismo avasallador de los partidos y sus dinámicas, en particular del nacionalismo. Debido a ello surge la necesidad de iniciar un diálogo nacional entre activistas independientes y organizaciones que se reconozcan como parte de esta corriente que hemos denominado “Izquierda Autónoma” para construir un Referente Nacional, que nos permita intervenir en mejores condiciones en el proceso de reconstrucción del espacio y de la unidad de la izquierda socialista, con un proyecto propio y de largo plazo que trascienda largamente las coyunturas electorales. Un tercer nivel de articulación ha de ser de todo el campo popular frente al bloque continuista y conservador, el cual, de profundizarse las tendencias actuales, tendrá un correlato necesariamente electoral en el 2011.
2. Sobre los criterios para la unidad de la Izquierda Autónoma
La tarea de ir superando la dispersión de los diversos núcleos de la Izquierda Autónoma, pasa por una primera aproximación reflexiva sobre algunos puntos centrales y eventualmente de tensión, de cuyo procesamiento colectivo deberían generarse sentidos políticos comunes, elementales para avanzar, en el mejor de los casos y en el mediano plazo, hacia la construcción de un Referente Nacional. Entre las cuestiones más urgentes y definitivas, identificamos las siguientes y sentamos posición sobre ellas:
- Identidad y memoria. Es indispensable para la Izquierda Autónoma construir una identidad movilizadora, y en ese proceso, reencontrarse con la tradición política libertaria del socialismo peruano y de las luchas populares. Nuestras miradas sobre las generaciones precedentes y las izquierdas tradicionales deben ser críticas, pero al mismo tiempo modestas; es preciso valorar sus enormes sacrificios y conquistas históricas. Hay que superar el sesgo “parricida” y acaso mesiánico que nos impide reconocernos como continuidad de una lucha que se enriquece y se diversifica en nuevos escenarios, con nuevos actores y con agendas cada vez más amplias, pero que en modo alguno comienza de cero. La narración de la(s) historia(s) desde las subalternidades y los diálogos intergeneracionales son herramientas claves para reinventar nuestra tradición.
En ese proceso, hay que rescatar también individualidades y procesos históricos referenciales. Se trata de emprender un proyecto de memoria socialista y popular con íconos, símbolos, fechas y consignas, que sirvan de insumos para desarrollar una mística renovada, como sustento último del activismo y la militancia socialistas. Hay que emprender un proyecto identitario que junto con su dimensión histórica contenga también una “dimensión utópica”; que a partir –pero no sólo- de la memoria recree el “mito” mariateguista, aquél que reconoce y valida como determinante la dimensión no racional de la voluntad y la acción políticas.
De las coyunturas históricas que es preciso procesar colectiva y críticamente, la experiencia de la guerra interna es una de las más delicadas, pues implica superar los maniqueísmos coloniales y liberales hegemónicos de los cuales a veces hemos sido tributarios. Saldar cuentas con ese suceso trágico y doloroso, supone para la izquierda dialogar también, directamente, con las versiones silenciadas del conflicto. Las causas, consecuencias y complejidades de la guerra no pueden sepultarse en la historia. Hay que identificar las permanencias de las estructuras sociales y subjetivas de aquel periodo, cuyos ecos resuenan hoy en día, condicionando muchas veces nuestro propio activismo político. En suma, nos planteamos la necesidad urgente de hacer un balance integral desde una perspectiva socialista del conflicto armado.
En tanto que los proyectos unitarios de las izquierdas no son una novedad, también es importante detenerse en ellos, fundamentalmente para extraer lecciones. Así, hay que valorar, con sus limitaciones de frente electoral, la experiencia de Izquierda Unida, como proyecto de representación y articulación política de masas y bases populares, que en la medida en que encarnó la esperanza transformadora de nuestro pueblo, fue mucho más que una mera opción “electorera”. Aunque nunca trascendió su condición de ser una suma de partidos, en la que se recrearon vicios históricos como el dogmatismo, el sectarismo y el reformismo socialdemócrata, desde el espacio de Izquierda Unida el socialismo desafió, enfrentó y contuvo por igual al terrorismo de Estado y al terrorismo de la insurgencia, para defender al pueblo y sus organizaciones, aun a costa de la vida de muchos y muchas de sus militantes. Es imperiosamente necesario para la Izquierda Autónoma hacer un balance justo y crítico, que no se reduzca a romanticismos pero tampoco a prejuicios y reproches, sobre el proyecto y el colapso de Izquierda Unida, toda vez que esa experiencia marcó el punto más elevado de la inserción del socialismo en las expectativas populares. A este propósito, hay que considerar tanto los errores de la izquierda tradicional y partidaria, cuanto el contexto extremadamente difícil de aquellos años, marcados por la guerra interna y la implosión del socialismo realmente existente en el mundo. Las generaciones post-IU a menudo se limitaron a negar y renegar de aquella experiencia fallida, de sus concepciones y de sus métodos. Las alternativas contestatarias que le sucedieron, pocas veces remontaron el abstencionismo, el nihilismo y la despolitización, en el contexto de la dictadura y la crisis de los paradigmas emancipatorios.
Un punto de quiebre sin duda, y que marca un precedente significativo en el surgimiento y articulación de una izquierda crítica y renovada, fue la conformación a partir de varios núcleos a nivel nacional del Movimiento Raíz. Entre los aportes fundamentales de esta primera experiencia, rescatamos la recuperación de la dimensión ética del proyecto socialista, descuidada injustificablemente por la izquierda tradicional; la apuesta por la horizontalidad como alternativa orgánica al autoritarismo, al burocratismo y al caudillismo que hasta ahora impregna a los partidos de izquierdas; y la capacidad de renovar, diversificar y enriquecer el discurso y las prácticas del socialismo, a partir de las experiencias de los movimientos sociales y de las perspectivas teóricas del pensamiento crítico contemporáneo. Constatamos también la necesidad de la Izquierda Autónoma de hacer un balance sobre Raíz, sus alcances y las causas de su extinción.
- Identidad y principios. La diversidad de las experiencias de las cuales proceden los núcleos de la Izquierda Autónoma deberían converger en torno a una plataforma compartida de principios que sirva como referente para superar la fragmentación a causa de nuestra “heterogeneidad”. Los principios deben enunciarse y practicarse más allá del dogmatismo, es decir, que deben aplicarse de manera reflexiva y no mecánica, de acuerdo a cada circunstancia. La unidad principista debe servir para vertebrar la identidad y la integridad del espacio propio de la Izquierda Autónoma, más que para provocar la descalificación y negación compulsiva de otros interlocutores políticos.
- La relación con los movimientos sociales. Hay que recrear la tradición de la izquierda socialista de construir, influir, de ser posible conducir, y defender en su integridad y por principio a las organizaciones sociales. No se trata sólo de acompañar o celebrar las luchas sociales, sino de insertarse y disputar políticamente esos espacios y racionalidades, respetando su autonomía respecto sus demandas y sus lógicas. El espacio social que constituyen las organizaciones de bases, es el espacio natural, y en buena cuenta el decisivo, de la acumulación política de las izquierdas y de la construcción del poder popular.
- La relación con el Estado. Es posible constatar que la creciente conflictividad social en el país no ha tenido –considerando la precariedad e indefinición del nacionalismo y los movimientos políticos regionales- un correlato proporcional en la modificación sustantiva de las relaciones de poder. En ese sentido, el Estado capitalista sigue siendo a todas luces un espacio de poder fundamental, importante para medir y modificar la correlación de fuerzas entre los sectores subalternos y las élites privilegiadas del sistema. Además, es potencialmente el único aparato capaz de oponerle resistencia e imponerle cierto tipo de controles a la dictadura del capital transnacional y a otros poderes fácticos, como el fundamentalismo religioso. La Izquierda Autónoma debería estar en condiciones de superar el abstencionismo, e impulsar alternativas políticas populares y progresistas para aprovechar el aparato y los recursos del Estado burgués en función de su proyecto histórico, que desde luego cuestiona y trasciende a la democracia liberal. La historia reciente de América Latina muestra en algunos casos, que desde la conducción de los Estados, es posible responder positivamente a los intereses populares y profundizar la lucha por la transformación socialista.
- Cuestiones orgánicas. En primera instancia, un referente nacional de la Izquierda Autónoma debería sustentarse en el fortalecimiento permanente de los activismos políticos y temáticos a nivel local y regional, como expresión concreta y tangible de su proyecto, influencia, y relevancia políticas. En segundo lugar, cualquier intento de articulación debería superar el nivel básico de la coordinación de actividades puntuales y del reconocimiento mutuo de los diversos actores, para lograr constituir direcciones políticas colectivas con bases territoriales, por lo menos macrorregionales, si es que fueran insalvables las complicaciones operativas y logísticas para constituir una dirección nacional. Para ello es necesario generar niveles mínimos de representación y centralización; las “redes” inorgánicas y desestructuradas son una opción insuficiente y agotada para enfrentar los retos políticos del momento. El mayor desafío consistiría en elaborar un diseño orgánico lo suficientemente flexible como para incorporar y responder a las especificidades de los actores, agendas, espacios de intervención y coyunturas. Como tercer punto, consideramos indispensable definir paralelamente una agenda programática. En cuarto lugar, consideramos fundamental producir medios y documentos de formación teórica, debate, propaganda y agitación.
- Plazos, etapas y dinámicas para la articulación. Cualquier intento sólido de articulación tendría que pensarse en un horizonte de mediano plazo. La discusión sobre los puntos planteados en este documento de trabajo –y otros que sean pertinentes-, y la construcción de sentidos compartidos sobre ellos, puede servir de pauta inicial para ir madurando progresivamente este proceso. En el corto plazo, creemos que es posible propiciar debates y encuentros a nivel macrorregional con los actores políticos que se sientan identificados con esta iniciativa. Consideramos fundamental coordinar entre todos los núcleos en los que se ha venido discutiendo la propuesta de articular esfuerzos (Lima, Cusco y Arequipa), la elaboración y la difusión de una convocatoria formal para iniciar este proceso de articulación. Tentativamente, el Colectivo SUR propone trabajar para los días 1 y 2 de noviembre de 2008 la realización de un pre-encuentro en Lima o Arequipa, de activistas y organizaciones de la izquierda autónoma con voluntad de construir un Referente Nacional, como espacio previo a la Asamblea Nacional de los Pueblos, convocada por la CPS para el 4 de noviembre.
Arequipa, agosto de 2008
Colectivo Socialismo, Utopía y Revolución
(SUR)
Documento preliminar de trabajo y debate
1. Sobre la necesidad de un Referente Nacional de la Izquierda Autónoma
La definición más amplia de lo que es la Izquierda Autónoma corresponde a individuos, colectivos y organizaciones políticas no partidarizadas, las cuales conciben y ejercen la acción política en un espectro mucho más amplio que los parámetros prescritos por el liberalismo. Debido a ello, ésta se caracteriza por impulsar la necesaria renovación de discursos y prácticas emancipatorias que combatan –y no reproduzcan en su mismo seno- las relaciones de dominación en todas sus formas. Asimismo, afirma que una verdadera transformación se realizará desde las bases, poniendo así en cuestión la inoperancia y el carácter contradictorio de las organizaciones altamente jerarquizadas y burocratizadas. El carácter de su activismo, a partir de estas concepciones, le permite desenvolverse en diversos espacios y estilos de acción política (desde los espacios de poder de base hasta las luchas contra el patriarcado y el heterosexismo; creando caminos desde la contra-cultura hasta el ecologismo, las organizaciones barriales y estudiantiles; entre otros). Tiene a la horizontalidad como principal referente de organización y rescata la necesidad de la autonomía de las organizaciones. No se moviliza bajo doctrinas rígidas y estáticas – y por lo tanto sectarias- sino que actúa basada en principios y valores claros, viendo a la diferencia y la diversidad como poderosas armas de lucha.
La necesidad de generar una Izquierda Autónoma nace como respuesta a las enormes dificultades discursivas y generacionales con las que la Izquierda tradicional y partidarizada tropieza en su proceso de renovación. La Izquierda Autónoma detecta en ella prácticas sectarias, vanguardistas y caudillistas; un ejercicio endogámico de la política en los gremios y organizaciones sociales que logró cooptar, y en los que se atrincheró como producto del repliegue y debilitamiento que sufrió por más de una década. La Izquierda Autónoma constata la incapacidad de autocrítica de la Izquierda partidarizada, incapacidad que la lleva a reproducir vicios que han sido arrastrados e institucionalizados hasta la época actual, como sacrificar las organizaciones antes que perder los puestos de poder en éstas (en el caso universitario), imponiéndole grandes limitaciones para su rearticulación y para estar a la altura de las circunstancias actuales.
El actual, es un escenario donde las organizaciones sociales han dejado de asumir una posición meramente defensiva, y donde, por el contrario, se está viviendo su fortalecimiento y multiplicación, en respuesta a la creciente conflictividad generada por la profundización de las políticas neoliberales y la agudización de la represión. Sin embargo, toda la efervescencia social carece aún de una representación política formal, donde el proyecto del “nacionalismo” como interlocutor de los sectores populares resulta insuficiente, precario y ambiguo, siendo su triunfo electoral un correlato de la alta conflictividad social más que producto de un trabajo orgánico y sostenido. Asimismo, continúa existiendo una inmensa brecha entre la situación del campo popular en Lima y la costa norte respecto a la del resto del país. Entre otras cosas, la derecha electoral tiene en Lima, más del 70% de los cargos; los paros nacionales -que en el resto del país son acatados por casi la totalidad de las organizaciones- son acatados parcialmente; y la movilización, la organización y la articulación son poco contundentes e influyentes en el escenario local.
El colapso de la vieja Izquierda trajo su abierta fractura y dispersión, las cuales aún no ha logrado superar, repercutiendo en todo el campo popular. A pesar de su renovada influencia social en distintos gremios y organizaciones, no ha logrado establecerse como la interlocutora política y protagónica del campo popular; siendo su fracaso electoral un reflejo claro de su situación actual. Por otro lado, dentro del movimiento social, si bien con alta capacidad de movilización legítima, perduran tensiones y divisiones dentro de éste, alimentadas por la considerable influencia del neosenderismo y el fujimorismo de base (tanto de sus militantes como de sus prácticas), que, dentro de sus lógicas, enfatizan la confrontación directa y a ultranza con el Estado, antes que la acumulación y articulación más amplias y consolidadas. El recurso incuestionable a la violencia antes que la organización.
Dentro de todo este proceso de fortalecimiento del campo popular, el marco de las Elecciones Generales del 2011 será un escenario decisivo y polarizado entre el continuismo neoliberal y la demanda por un cambio de rumbo, en el que tiende a perfilarse una alternativa electoral a partir de la CPS. Dentro de este marco, potencialmente prometedor, la “salida moral” de la abstención resulta una alternativa conservadora y timorata, que no está de por sí a la altura del proceso y de las expectativas del pueblo. Ante ello, se manifiesta la necesidad de construir un espacio político que también atraviese lo electoral, con referentes programáticos en los intereses populares más que en la voluntad de algún caudillo con carisma y arrastre electoral, y de la predisposición natural de las cúpulas partidarias por negociar cupos de poder dentro de la estructura del Estado.
El valor indispensable de la unidad, tanto política como social, está refrendada por nuestra propia experiencia histórica. Sin embargo, una tarea tan urgente y fundamental, no ha de consensuarse simplemente, sino que ha de ser producto de un proceso permanente de construcción, un proceso crítico para que la heterogeneidad del campo popular sea capaz de moverse en una misma dirección. La unidad planteada no se agota en una mera alianza electoral ni en la convergencia en una movilización, sino en construir un bloque político capaz de impulsar las transformaciones políticas que en cada etapa sean necesarias y posibles. La dispersión política y geográfica –es decir de estructuras nacionales o siquiera macrorregionales- de la Izquierda Autónoma nos condena a un papel de espectadores o, en el mejor de los casos, marginal frente al protagonismo avasallador de los partidos y sus dinámicas, en particular del nacionalismo. Debido a ello surge la necesidad de iniciar un diálogo nacional entre activistas independientes y organizaciones que se reconozcan como parte de esta corriente que hemos denominado “Izquierda Autónoma” para construir un Referente Nacional, que nos permita intervenir en mejores condiciones en el proceso de reconstrucción del espacio y de la unidad de la izquierda socialista, con un proyecto propio y de largo plazo que trascienda largamente las coyunturas electorales. Un tercer nivel de articulación ha de ser de todo el campo popular frente al bloque continuista y conservador, el cual, de profundizarse las tendencias actuales, tendrá un correlato necesariamente electoral en el 2011.
2. Sobre los criterios para la unidad de la Izquierda Autónoma
La tarea de ir superando la dispersión de los diversos núcleos de la Izquierda Autónoma, pasa por una primera aproximación reflexiva sobre algunos puntos centrales y eventualmente de tensión, de cuyo procesamiento colectivo deberían generarse sentidos políticos comunes, elementales para avanzar, en el mejor de los casos y en el mediano plazo, hacia la construcción de un Referente Nacional. Entre las cuestiones más urgentes y definitivas, identificamos las siguientes y sentamos posición sobre ellas:
- Identidad y memoria. Es indispensable para la Izquierda Autónoma construir una identidad movilizadora, y en ese proceso, reencontrarse con la tradición política libertaria del socialismo peruano y de las luchas populares. Nuestras miradas sobre las generaciones precedentes y las izquierdas tradicionales deben ser críticas, pero al mismo tiempo modestas; es preciso valorar sus enormes sacrificios y conquistas históricas. Hay que superar el sesgo “parricida” y acaso mesiánico que nos impide reconocernos como continuidad de una lucha que se enriquece y se diversifica en nuevos escenarios, con nuevos actores y con agendas cada vez más amplias, pero que en modo alguno comienza de cero. La narración de la(s) historia(s) desde las subalternidades y los diálogos intergeneracionales son herramientas claves para reinventar nuestra tradición.
En ese proceso, hay que rescatar también individualidades y procesos históricos referenciales. Se trata de emprender un proyecto de memoria socialista y popular con íconos, símbolos, fechas y consignas, que sirvan de insumos para desarrollar una mística renovada, como sustento último del activismo y la militancia socialistas. Hay que emprender un proyecto identitario que junto con su dimensión histórica contenga también una “dimensión utópica”; que a partir –pero no sólo- de la memoria recree el “mito” mariateguista, aquél que reconoce y valida como determinante la dimensión no racional de la voluntad y la acción políticas.
De las coyunturas históricas que es preciso procesar colectiva y críticamente, la experiencia de la guerra interna es una de las más delicadas, pues implica superar los maniqueísmos coloniales y liberales hegemónicos de los cuales a veces hemos sido tributarios. Saldar cuentas con ese suceso trágico y doloroso, supone para la izquierda dialogar también, directamente, con las versiones silenciadas del conflicto. Las causas, consecuencias y complejidades de la guerra no pueden sepultarse en la historia. Hay que identificar las permanencias de las estructuras sociales y subjetivas de aquel periodo, cuyos ecos resuenan hoy en día, condicionando muchas veces nuestro propio activismo político. En suma, nos planteamos la necesidad urgente de hacer un balance integral desde una perspectiva socialista del conflicto armado.
En tanto que los proyectos unitarios de las izquierdas no son una novedad, también es importante detenerse en ellos, fundamentalmente para extraer lecciones. Así, hay que valorar, con sus limitaciones de frente electoral, la experiencia de Izquierda Unida, como proyecto de representación y articulación política de masas y bases populares, que en la medida en que encarnó la esperanza transformadora de nuestro pueblo, fue mucho más que una mera opción “electorera”. Aunque nunca trascendió su condición de ser una suma de partidos, en la que se recrearon vicios históricos como el dogmatismo, el sectarismo y el reformismo socialdemócrata, desde el espacio de Izquierda Unida el socialismo desafió, enfrentó y contuvo por igual al terrorismo de Estado y al terrorismo de la insurgencia, para defender al pueblo y sus organizaciones, aun a costa de la vida de muchos y muchas de sus militantes. Es imperiosamente necesario para la Izquierda Autónoma hacer un balance justo y crítico, que no se reduzca a romanticismos pero tampoco a prejuicios y reproches, sobre el proyecto y el colapso de Izquierda Unida, toda vez que esa experiencia marcó el punto más elevado de la inserción del socialismo en las expectativas populares. A este propósito, hay que considerar tanto los errores de la izquierda tradicional y partidaria, cuanto el contexto extremadamente difícil de aquellos años, marcados por la guerra interna y la implosión del socialismo realmente existente en el mundo. Las generaciones post-IU a menudo se limitaron a negar y renegar de aquella experiencia fallida, de sus concepciones y de sus métodos. Las alternativas contestatarias que le sucedieron, pocas veces remontaron el abstencionismo, el nihilismo y la despolitización, en el contexto de la dictadura y la crisis de los paradigmas emancipatorios.
Un punto de quiebre sin duda, y que marca un precedente significativo en el surgimiento y articulación de una izquierda crítica y renovada, fue la conformación a partir de varios núcleos a nivel nacional del Movimiento Raíz. Entre los aportes fundamentales de esta primera experiencia, rescatamos la recuperación de la dimensión ética del proyecto socialista, descuidada injustificablemente por la izquierda tradicional; la apuesta por la horizontalidad como alternativa orgánica al autoritarismo, al burocratismo y al caudillismo que hasta ahora impregna a los partidos de izquierdas; y la capacidad de renovar, diversificar y enriquecer el discurso y las prácticas del socialismo, a partir de las experiencias de los movimientos sociales y de las perspectivas teóricas del pensamiento crítico contemporáneo. Constatamos también la necesidad de la Izquierda Autónoma de hacer un balance sobre Raíz, sus alcances y las causas de su extinción.
- Identidad y principios. La diversidad de las experiencias de las cuales proceden los núcleos de la Izquierda Autónoma deberían converger en torno a una plataforma compartida de principios que sirva como referente para superar la fragmentación a causa de nuestra “heterogeneidad”. Los principios deben enunciarse y practicarse más allá del dogmatismo, es decir, que deben aplicarse de manera reflexiva y no mecánica, de acuerdo a cada circunstancia. La unidad principista debe servir para vertebrar la identidad y la integridad del espacio propio de la Izquierda Autónoma, más que para provocar la descalificación y negación compulsiva de otros interlocutores políticos.
- La relación con los movimientos sociales. Hay que recrear la tradición de la izquierda socialista de construir, influir, de ser posible conducir, y defender en su integridad y por principio a las organizaciones sociales. No se trata sólo de acompañar o celebrar las luchas sociales, sino de insertarse y disputar políticamente esos espacios y racionalidades, respetando su autonomía respecto sus demandas y sus lógicas. El espacio social que constituyen las organizaciones de bases, es el espacio natural, y en buena cuenta el decisivo, de la acumulación política de las izquierdas y de la construcción del poder popular.
- La relación con el Estado. Es posible constatar que la creciente conflictividad social en el país no ha tenido –considerando la precariedad e indefinición del nacionalismo y los movimientos políticos regionales- un correlato proporcional en la modificación sustantiva de las relaciones de poder. En ese sentido, el Estado capitalista sigue siendo a todas luces un espacio de poder fundamental, importante para medir y modificar la correlación de fuerzas entre los sectores subalternos y las élites privilegiadas del sistema. Además, es potencialmente el único aparato capaz de oponerle resistencia e imponerle cierto tipo de controles a la dictadura del capital transnacional y a otros poderes fácticos, como el fundamentalismo religioso. La Izquierda Autónoma debería estar en condiciones de superar el abstencionismo, e impulsar alternativas políticas populares y progresistas para aprovechar el aparato y los recursos del Estado burgués en función de su proyecto histórico, que desde luego cuestiona y trasciende a la democracia liberal. La historia reciente de América Latina muestra en algunos casos, que desde la conducción de los Estados, es posible responder positivamente a los intereses populares y profundizar la lucha por la transformación socialista.
- Cuestiones orgánicas. En primera instancia, un referente nacional de la Izquierda Autónoma debería sustentarse en el fortalecimiento permanente de los activismos políticos y temáticos a nivel local y regional, como expresión concreta y tangible de su proyecto, influencia, y relevancia políticas. En segundo lugar, cualquier intento de articulación debería superar el nivel básico de la coordinación de actividades puntuales y del reconocimiento mutuo de los diversos actores, para lograr constituir direcciones políticas colectivas con bases territoriales, por lo menos macrorregionales, si es que fueran insalvables las complicaciones operativas y logísticas para constituir una dirección nacional. Para ello es necesario generar niveles mínimos de representación y centralización; las “redes” inorgánicas y desestructuradas son una opción insuficiente y agotada para enfrentar los retos políticos del momento. El mayor desafío consistiría en elaborar un diseño orgánico lo suficientemente flexible como para incorporar y responder a las especificidades de los actores, agendas, espacios de intervención y coyunturas. Como tercer punto, consideramos indispensable definir paralelamente una agenda programática. En cuarto lugar, consideramos fundamental producir medios y documentos de formación teórica, debate, propaganda y agitación.
- Plazos, etapas y dinámicas para la articulación. Cualquier intento sólido de articulación tendría que pensarse en un horizonte de mediano plazo. La discusión sobre los puntos planteados en este documento de trabajo –y otros que sean pertinentes-, y la construcción de sentidos compartidos sobre ellos, puede servir de pauta inicial para ir madurando progresivamente este proceso. En el corto plazo, creemos que es posible propiciar debates y encuentros a nivel macrorregional con los actores políticos que se sientan identificados con esta iniciativa. Consideramos fundamental coordinar entre todos los núcleos en los que se ha venido discutiendo la propuesta de articular esfuerzos (Lima, Cusco y Arequipa), la elaboración y la difusión de una convocatoria formal para iniciar este proceso de articulación. Tentativamente, el Colectivo SUR propone trabajar para los días 1 y 2 de noviembre de 2008 la realización de un pre-encuentro en Lima o Arequipa, de activistas y organizaciones de la izquierda autónoma con voluntad de construir un Referente Nacional, como espacio previo a la Asamblea Nacional de los Pueblos, convocada por la CPS para el 4 de noviembre.
Arequipa, agosto de 2008
Colectivo Socialismo, Utopía y Revolución
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